2021: ¡En tus manos Señor!
Leonor Asilis
Rincón Digital
Estamos en el umbral de un nuevo año.
Tiempo propicio para detenernos y enrumbar nuestros destinos hacia Dios y con El lograr que nuestras vidas sean cada día más plenas y felices.
Definitivamente, debemos acoger el 2021 con esperanzas pero también con responsabilidad ante la amenaza continua y las terribles pérdidas que nos ha traído la terrible pandemia del coronavirus (muertes, enfermos, distanciamiento social, quiebras y pérdidas económicas, desempleo etc..
A pesar de todo dicho que es mucho y es innegable hemos de reconocer que no todo ha sido malo en el 2020 y hemos cosechado grandes enseñanzas: saber priorizar lo verdaderamente importante.
Acercarnos a Dios, el valorar la vida, la familia, los amigos, el crecimiento en la solidaridad y el servicio.
En este nuevo año que se acerca debemos ver qué nuestro futuro va despejándose día a día.
Somos un pueblo de fe, trabajador y solidario. Alegre y optimista. Sabemos ponerle al mal tiempo, buena cara! Con este espíritu, difícilmente nos detendremos.
Basta que cada día, nos detengamos un momento y pidamos la sabiduría divina para actuar en el grado de la excelencia (por ser hijos de Dios) en el lugar que nos ha tocado vivir y al que hemos sido llamados: «Para servir y darnos a los demás por amor como Jesús nos ha enseñado.
El es nuestro modelo y nuestra meta. El es el icono del Padre. La segunda Persona de la Santísima Trinidad. Solo con el Espíritu de Cristo podremos transformar nuestra sociedad.
Dejándonos llevar de sus inspiraciones, colaborando con El sin regateos, siendo portadores del Amor de Dios. Y es que precisamente, la ausencia de la caridad constituye la causa de los mayores sufrimientos humanos.
Por eso debemos avivar nuestra fe, que no es más que confiar, depender y entregarse sin condiciones a Dios y a su designio sobre nuestra vida.
Decía el Padre Emiliano Tardif: «se trata de tener fe en Jesús; no fe en nuestra fe. Esto último no sirve de nada.
El mejor acto de fe es cuando creemos que Dios es más grande que nuestra poca fe y que no puede depender de nosotros.
Nos hacemos eco de una bella oración para estos fines, del Padre Carlos de Foucauld:
«Padre, me pongo en tus manos. Haz de mi lo que quieras, sea lo que sea, te doy gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo más, Padre. Te confío mi alma, te la doy con todo el amor de que soy capaz, porque te amo y necesito darme a ti, ponerme en tus manos, sin limitación, sin medida, con una confianza infinita porque Tu eres mi Padre».
¡ Feliz 2021!