Alcohol y las enfermedades mentales: ¿Cuál fue primero, el huevo o la
Alcohol y las enfermedades mentales: ¿Cuál fue primero, el huevo o la gallina?
Por Manuel Mota Castillo
Médico Psiquiatra
Una persona que sigue esta columna pregunta lo siguiente: “¿Guarda alguna relación el consumo de alcohol con la salud mental?”
Agradezco la pregunta, porque el tema es de gran importancia en el área de la psiquiatría. Aunque mi admirado amigo Johnny Ventura lo trivializó en su merengue “El alcohol es mi medicina”, la realidad es que, históricamente, esta sustancia ha sido una forma en que muchas personas buscan aliviar malestares emocionales.
Un ejemplo famoso fue el del jugador de grandes ligas Mickey Mantle, quien, para manejar su ansiedad social (temor de hablar en público), tomaba whisky antes de interactuar con periodistas y admiradores. Otro caso común es el de personas que consumen alcohol en vuelos para mitigar el miedo a volar. En ambos casos, el alcohol se convierte en un recurso para hacer frente a experiencias difíciles.
Curiosamente, en el siglo XIII, la ginebra fue introducida por monjes alquimistas como un remedio para aliviar ciertos malestares. Si bien hoy conocemos sus efectos tóxicos en el hígado y en el cerebro, esto muestra cómo el alcohol ha sido usado con fines paliativos a lo largo de los siglos.
Actualmente, observamos que el consumo de alcohol puede brindar un alivio temporal en algunas condiciones como el trastorno bipolar (al reducir la velocidad de los pensamientos y facilitar el sueño), la esquizofrenia (al ayudar a conciliar el sueño) y el estrés postraumático. En estos casos, el alcohol amortigua los síntomas que pueden resultar angustiantes, como las pesadillas o las respuestas exageradas ante situaciones recordatorias de experiencias traumáticas.
El efecto del alcohol en ciertos receptores cerebrales es similar al de medicamentos ansiolíticos como el Valium (diazepam) o el Xanax (alprazolam). Cuando una persona que ha consumido alcohol de manera prolongada atraviesa un periodo de abstinencia, estos medicamentos son, de hecho, utilizados para reducir los síntomas y prevenir el Delirium Tremens. Otros anticonvulsivos, como la gabapentina y el ácido valproico, también se emplean en psiquiatría para este propósito.
Por otro lado, es importante reconocer que el consumo de alcohol también puede tener efectos negativos, como la desinhibición y el comportamiento impulsivo. Esto puede llevar a situaciones socialmente embarazosas o incluso peligrosas, como el manejo irresponsable o los conflictos interpersonales.
La lección a extraer es que, cuando alguien no puede dejar de consumir alcohol a pesar de las consecuencias negativas, es importante considerar la posibilidad de que esté buscando aliviar síntomas emocionales subyacentes. En mi práctica, es común oír “en mi familia nadie padece de ansiedad”. Sin embargo, al preguntar si hay personas con dependencia al alcohol, las respuestas suelen incluir historias de familiares que también han usado el alcohol como un recurso ante las dificultades.