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Eduquemos niños no machista
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Promoviendo la Paz
Yanira Fondeur
A propósito de celebrase hoy el Día Universal del Niño, cuyo objetivo es que el Estado, la sociedad civil, madres, padres y docentes promuevan el bienestar de la infancia, es propicia la ocasión para reflexionar sobre el modelo educacional que les brindamos desde al hogar a nuestros hijos.
Mueve a preocupación las constantes noticias de violencia machista, una problemática compleja y multicausal que a todas y todos nos debe interesar, ya sea porque podemos estar en la etapa de formar familia o tenemos hijos, sobrinos, nietos o relacionados, siendo nuestra obligación la de crear conciencia que destierre las diferencias educacionales y culturales entre niños y niñas, las cuales crean desigualdades de derechos y consecuentemente desequilibrio de poder.
Estas diferencias comienzan con el color de la vestimenta que escogemos desde que se conoce el sexo. Azul si es niño y rosado si es niña, y esto va transmitiéndose de generación en generación, inculcando ideas que construyen una socialización ahora analizada desde una perspectiva de género, de superioridad en niños y dependencia en niñas.
Para ilustrar más las diferencias que vamos estableciendo culturalmente recordemos que a los niños les regalamos pistolas, carros de carrera, robots, aviones, bate con pelota etc., juguetes que van comunicando que son seres de poder, competitivos, superiores, decididos e independientes y en cambio a las niñas se les compran juegos de cocina, el coche con la muñeca, el set del salón de belleza, la casa de la barbie, que inconscientemente limitan sus capacidades al hogar, a brindar atención y servicio, así como a reconocerse como más emocionales, sensibles y dependientes.
Si partimos de la célebre frase de Nelson Mandela de que «La educación es el arma más poderosa que podemos usar para cambiar el mundo», nuestro accionar debe estar enfocado en enseñarles a los niños el valor del respeto, expresándoles que sus fortalezas no justifican ser violento, que los malos tratos causan daños y destruyen relaciones, que tienen todo el derecho a ser sensibles y expresar sus emociones y miedos, que el diálogo es la herramienta por excelencia para solucionar las diferencias, que violencia genera más violencia y si llega a sentir ira tiene la capacidad de controlarla, contribuyendo así a su bienestar físico y emocional.
Ahora bien, nuestro accionar como padres, madres o tutores siempre debe estar enfocado a predicar con el ejemplo, porque como muy bien sabemos el hogar es la primera escuela y los niños y niñas absorben como «esponjas» las conductas que se normalizan en el seno familiar.
Si queremos hacerles partícipes a nuestros hijos de una masculinidad positiva, comprometida y consciente, debemos erradicar expresiones populares como «dime cómo están las novias», «agarra tu gallina que mi gallo anda suelto», porque crean desigualdades de poder que no generan relaciones justas, felices y en paz.
En nuestras manos está el decidir la conducta futura de nuestros hijos, fomentemos una educación igualitaria que les permita desarrollarse en el marco de una sana convivencia.
La autora es presidenta de la Fundación Vida sin Violencia.