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Cuaresma, tiempo de purificación
Mi Rincón Digital
Leonor María Asilis
Se acerca el miércoles de ceniza, que en esta ocasión coincide con la fiesta de San Valentín en que celebramos el Amor.
Feliz coincidencia cuando recordamos el amor infinito de Dios por nosotros que decidió hacerse hombre y venir a la tierra a entregarse por amor y pagar con su muerte nuestros pecados.
En nosotros está el valorar su sacrificio y cambiar de vida para seguirlo a Él. Es por eso que la Iglesia con este ha iniciado el tiempo de cuaresma: de purificación interior.
Recordaremos los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto antes de entregar su vida por nosotros. Un tiempo donde fue tentado por Satanás y que San Agustín nos ilustra con profundas palabras.
Veamos: «las primeras tentaciones sugeridas a nuestro Señor, el rey de los mártires versaban sobre algo dulce: Di que todas estas piedras se conviertan en pan. Te daré todos estos reinos. Veamos si te recogen los ángeles, pues está escrito: Para que tu pie no tropiece contra la piedra».(Mt.4,3.6)
Estas son las alegrías del mundo: en el pan está la concupiscencia de la carne; en la promesa de los reinos, la ambición mundana, y en la curiosidad de la prueba, la concupiscencia de los ojos.
Todas estas cosas pertenecen al mundo, pero son cosas dulces, no crueles. Sigamos con el Santo Doctor: Mirad ahora al rey de los mártires presentándonos ejemplos de cómo hemos combatir y ayudando misericordiosamente a los combatientes, Por que permitió ser tentado, sino para enseñarnos a resistir al tentador?
Si el mundo te promete el placer carnal, respóndele: Más deleitable es Dios». Si te promete honores y dignidades temporales, respóndele: El reino de Dios es más excelso que todo». Si te promete curiosidades superfluas y condenables, respóndele: Solo la verdad de Dios no se equivoca.(Tomado del Sermón 265 D, 4-5).
El tiempo de cuaresma es un tiempo de conversión (no de tristeza! por el contrario, de ESPERANZA!) Sin embargo, hemos de señalar que existen dos enemigos fatales contra la virtud de la esperanza: la desesperación, que considera imposible la salvación eterna y otro la presunción, que considera la salvación del alma, fruto exclusivo de sus propias fuerzas, sin ayuda de la gracia.
Para permitir el crecimiento de la esperanza en nosotros debemos tomar en cuenta que Dios es infinitamente bueno y misericordioso, pero también infinitamente justo. Está dispuesto a salvarnos, cooperemos voluntariamente a su gracia.
Volviendo a San Agustín, vemos que tiene una reflexión magistral sobre esto: “Dios quien te hizo sin ti, no te salvará sin ti”. Contra la desesperación y el desaliento debemos tener siempre en cuenta que la misericordia de Dios es incansable en perdonar al pecador arrepentido, y que si es cierto que por nosotros mismos nada podemos, con la gracia de Dios seremos capaces de todo.
Estamos en tiempo de cuaresma, especialmente propicio para acercarnos cada vez más a Él, fuente plena de nuestra felicidad y de quien muchas veces nos alejamos con nuestras continuas ofensas. Gracias al sacramento de la penitencia, instituido por Jesús, cuando nos dice en su Palabra al referirse a sus discípulos con respecto a sus Apóstoles: “….lo que ustedes desaten, será desatados…”podemos sentir su perdón, y robustecer nuestra vida interior, santificándolos y estimulando nuestra voluntad a un acto de amor.
Es tiempo de volver a Él, seguirle y glorificarle!