Metacognición y aprendizaje: “aprender a aprender”
Alliett Ortega
Desde mi Perspectiva
Esta semana en Desde Mi perspectiva, la metacognición es un concepto de uso muy habitual en los círculos científicos y entre la comunidad académica, actualmente no es un término aceptado por la Real Academia Española de la Lengua (RAE), existe sin embargo un consenso entre los académicos de la psicología cognitiva a la hora de definir la metacognición como una capacidad innata en los seres humanos, que nos permite comprender y ser conscientes de nuestros propios pensamientos, pero también de la capacidad de otros para pensar y enjuiciar la realidad.
La metacognición, relacionada con el concepto de teoría de la mente, también nos habilita para anticipar el comportamiento propio y ajeno a través de la percepción constante de las emociones, actitudes y sentimientos de los demás, lo cual permite formular hipótesis sobre cómo actuarán en el futuro.
El concepto de metacognición ha sido ampliamente estudiado por las ciencias cognitivas, y su importancia enraíza en ámbitos como el de la personalidad, el aprendizaje, el autoconcepto o la psicología social, varios académicos destacan en este campo, entre estos expertos, es fundamental nombrar al antropólogo y psicólogo inglés Gregory Bateson, quien inició los estudios sobre la metacognición en animales, Bateson se dio cuenta de que los perros solían jugar entre ellos simulando pequeñas e inofensivas peleas y detectó que, a través de distintas señales, los canes tomaban conciencia de estar ante una pelea ficticia (un simple juego) o bien se encontraban ante una pelea real y potencialmente peligrosa, los que tienen mascotas han podido observar este tipo de juegos.
En los humanos, la metacognición empieza a aparecer ya en etapas tempranas del desarrollo, durante la niñez, entre los tres y los cinco años de edad, los niños empiezan a mostrar respuestas concretas que, en ojos de los investigadores, corresponden a la activación de su capacidad para realizar la metacognición, es por esto que los expertos señalan que la metacognición es una capacidad que se encuentra latente en el ser humano desde su nacimiento.
Pero est0 solo logra ‘activarse’ cuando la etapa madurativa del niño alcanza las condiciones apropiadas, amén de una correcta estimulación de sus habilidades cognitivas, de aquí la importancia del desarrollo temprano de los niños, en los procesos implicados en el aprendizaje, ya que uno de los roles del sistema educativo debe ser de tratar de enfatizar las capacidades personales de cada estudiante que se relacionan con la forma en que aprende y entiende los conceptos, en este sentido, es interesante formular un currículo educativo que sea permeable a las necesidades cognitivas de los alumnos y que estimule esta capacidad.
Una de las formas de potenciar la metacognición en el aula consiste en desarrollar un estilo docente que tenga en cuenta las habilidades, capacidades y competencias cognitivas, así como la gestión emocional de los estudiantes, de modo que se logre una mejor conexión entre el alumno y el objeto de estudio, fomentando el aprendizaje significativo, este estilo de aprendizaje tiene que ir de la mano de un trato personalizado al alumnado.
La metacognición y la teoría de la mente también han sido abordadas de forma constante por la psicología, en términos generales, se suele definir el concepto como el modo en que los individuos razonamos y aplicamos el pensamiento a reflexionar (inconscientemente) sobre el modo en que los demás actúan, por tanto, nos permite aprehender algunos aspectos sobre nuestro entorno y nos permite reflexionar, dotándonos de mejores herramientas para llevar a cabo nuestros deseos e ideas.
Y es que podemos aprender de muchas maneras, pero la forma que engloba de una manera más completa la dimensión emocional, motivacional y cognitiva es lo que llamamos aprendizaje significativo, y cuando se da este tipo de aprendizaje, la manera de asociar habilidades y conocimientos previos y para que pueda integrarse en ellos nueva información está tallada por la fuente motivacional y el significado que se le atribuye a lo que se aprende, marca la diferencia entre las diferentes formas de aprendizaje y está es la clave en el proceso de construcción del conocimiento.
Y es que el proceso de atribuir un sentido personal a aquello que aprendemos pasa por una dimensión más afectiva y emocional que la que solemos relacionar con el aprendizaje «técnico» de una materia, en la que simplemente se repite, se practica y se memoriza, no se trata solo de retener en memoria una información durante un periodo de tiempo para después soltarlo como podría ser en una respuesta de examen: la finalidad es darle un sentido personal al conocimiento, de poder explicarlo con tus propias palabras, e incluso, una vez realizado el aprendizaje significativo, crear nuevo conocimiento a través de éste, y es que de este modo, la diferencia entre el aprendizaje significativo y un aprendizaje repetitivo se remite a la relación, o no, del material a aprender con el conocimiento previo.
Desde nuestra perspectiva cuando se hacen relaciones con sentido y no arbitrarias, es decir, si se consigue relacionar con el conocimiento previo, se podrá atribuir unos significados, de los cuales se construiría un mapa mental del conocimiento, así se consigue modificar la estructura cognoscitiva, algo que no haría un aprendizaje repetitivo, ya que solo se puede mantener por un periodo corto de tiempo, cuando lo que se aprende tiene significado no es sólo más agradable, sino que permanece bien en la memoria y prevalece en el tiempo. Hasta una próxima entrega.
Instagram: @etteilla