La mujer en la economía
Desde mi Perspectiva
Alliett Ortega
Esta semana en desde mi perspectiva, y en mis próximas columnas hablaremos del empoderamiento de la mujer, en todos los sentidos, iniciaremos con el empoderamiento económico de las mujeres el cual contribuye directamente a la igualdad de género, la erradicación de la pobreza y el crecimiento económico inclusivo, y esto porque las mujeres contribuimos de manera muy significativa a las economías, ya sea en empresas, granjas, como emprendedoras o empleadas o trabajando como cuidadoras domésticas no remuneradas. Cada vez más, líderes empresariales y gobiernos prestan atención a los retornos sociales, económicos y financieros que se obtienen de enfocarse en las mujeres y en la igualdad de género. Desde una perspectiva de desarrollo, la igualdad entre hombres y mujeres contribuye a reducir la pobreza y genera mayores niveles de capital humano para las generaciones futuras.
Pocos entienden que el empoderamiento económico de las mujeres podría reducir la pobreza de toda la población en su conjunto, pero para lograrlo, en primer lugar, debemos corregir el modelo fallido que rige nuestras economías, que socava la igualdad de género y alimenta una desigualdad económica extrema, de nada bastaran las campañas mediáticas, sino trabajamos un cambio desde la raíz, y esto es mediante cambios en nuestras legislaciones donde ciertamente se promueva una real equidad de género, y es que para alcanzar el empoderamiento económico de las mujeres, necesitamos una economía humana que beneficie tanto a hombres como a mujeres, y que esté al servicio de todas las personas, no sólo del 1% más rico de la población.
Desde nuestro país, se han dado iniciativas que apoyan el empoderamiento económico de las mujeres con base en compromisos internacionales como son los acuerdos en la Plataforma de Acción de Beijing, la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer y diversos convenios sobre la igualdad de género de la Organización Internacional del Trabajo, logrando mejoras en el fomento de la participación de la mujer en las compras públicas, mayor cuota en los préstamos que ofrece el Estado para apoyarles en la formalización, y mejora de sus negocios, muchas convirtiéndose en MIPYMES, el fomento en la parte agrícola, un ejemplo de esto es la empresa Choco Lala, en las Lajas, Altamira, donde un grupo de mujeres emprendedoras , con el Apoyo del FEDA ( Fondo especial para el Desarrollo Agropecuario ) con un financiamiento de un 5% , y un año de gracia , pudieron alcanzar una «infraestructura espectacular» , y ya están exportando a Canadá bajo su marca Choco Lala (poca espuma y mucho chocolate)., y afirman con orgullo que «Ahora somos dueñas», logrando un impacto social al haber organizado un Centro de Madres y, ya cuentan con 67 emprendedoras, decididas y alegres, que multiplican su impacto, llevando desarrollo a una pequeña comunidad, esto es una evidencia que demuestra que la igualdad de género contribuye de manera importante al impulso de las economías y al desarrollo sostenible.
Sin embargo, y sin ser negativa los avances hacia la igualdad entre hombres y mujeres son excesivamente lentos, y las mujeres siguen teniendo más probabilidades de ser pobres que los hombres. En todo el mundo, y aun en nuestro país, las mujeres ganan menos que los hombres y se concentran en los empleos peor remunerados y más precarios. La brecha salarial de género a nivel mundial es del 23%, y hay 700 millones menos de mujeres que de hombres en empleos remunerados. También nos quedan algunos aspectos, como impulsar que se cuantifique el trabajo no remunerado que realizan las mujeres como cuidadoras y tomar acciones para que las mujeres y los hombres estén más dispuestas/os a combinar estas tareas con el empleo remunerado.
Desde mi perspectiva para alcanzar el empoderamiento económico de las mujeres, es necesario lograr que la economía beneficie a las mujeres, aún existen normas sociales perniciosas que devalúan y limitan el trabajo de las mujeres: una investigación realizada en 67 países en desarrollo ha revelado que, en promedio, uno de cada cinco hombres no cree que las mujeres deban trabajar fuera de casa, aunque estén cualificadas para hacerlo. También siguen existiendo desigualdades en términos jurídicos y reglamentarios. Un total de 155 países tienen en vigor al menos una ley en virtud de la cual las mujeres tienen menos derechos económicos que los hombres. Tampoco se ha reconocido que el impacto de las políticas económicas afecta a mujeres y niñas de forma diferente que a los hombres y los niños. Esto nos da mucho que pensar, y aunque se están dando pasos para cambiar estas realidades en nuestro país los tomadores de decisión, y hacedores de políticas son hombres, nuestra cámara de diputados, de Senado, y la mayoría de Ministerios dirigidos por quienes aún no logran entender la relevancia de la equidad o perspectiva de género para el Desarrollo.
Y es que la desigualdad de las mujeres en el ámbito económico está influida por varios factores que siempre han estado presentes en todas las economías: la falta de igualdad ente la ley y en las normativas, y el hecho de que la teoría económica no contabiliza ni valora el trabajo de las mujeres. Ambos factores están impulsados por unas normas sociales perniciosas que devalúan el trabajo de las mujeres y limitan sus opciones. Nuestras economías se aprovechan de estas normas sociales y leyes injustas, y nuestra teoría económica no lo reconoce.
Debemos de iniciar a enfocarnos en cambiar nuestros países a una “economía humana” que garantice empleos estables y salarios dignos, y en la que hombres y mujeres sean tratados por igual. Las personas que viven en la pobreza deberían ser los mayores beneficiados de nuestras economías. Éstas prosperarían respetando los límites del planeta, de manera que las siguientes generaciones heredarían un mundo mejor y más sostenible. Hasta una próxima entrega.