Mi madre, mi primera promotora de paz
Yanira Fondeur
Promoviendo la paz
Para la familia Fondeur Gómez cada 8 de julio es un día de inmensa alegría al celebrar el cumpleaños de nuestra querida madre, quien a sus 83 años goza de todo el amor familiar que ha sembrado.
A ella, mi adorada progenitora, Nerva Patria Gómez Méndez de Fondeur, dedico hoy esta columna, porque junto a mi padre, Francisco Fondeur Núñez, han sido mis pilares en la formación en valores morales y espirituales, que me han permitido forjar una familia similar e integrarme a un equipo de compañeras que trabajamos en la promoción de acciones pacíficas desde la Fundación Vida Sin Violencia.
Mi madre es mocana de nacimiento, la definiría como una mujer de principios, de fe, amorosa, comunicativa, con carácter, prudente y sumamente objetiva.
Aunque no llegó a cursar estudios universitarios, realizó curso técnico en secretariado ejecutivo y tiene una vasta formación cultural adquirida a muy temprana edad a través de la lectura de libros, periódicos, revistas y oyente constante de los programas de opinión pública nacionales e internacionales y variados noticiarios, que al final la convierten en la persona más informada de toda la familia.
Tenía 23 años cuando casó con mi padre y fue entonces a vivir a la Hacienda Fundación en la provincia de San Cristóbal, en la cual laboraba mi padre, agrónomo de profesión y destacado dentro de su promoción de la Escuela Agrícola Salesiana, como jefe de ganadería. A pesar de esos tiempo de tantos temores, ella sintonizaba en la radio las emisoras de Cuba para mantenerse informada.
De sus labios nunca he escuchado maldecir o discriminar a nadie. Más bien, sus palabras han sido siempre muy puntuales para alentar, edificar y consensuar, fruto de una sabiduría natural, que promueve sobretodo la paz desde el seno familiar.
Sin duda alguna, cuando el padre y la madre predican con el ejemplo y educan con amor y límites claros, tienen hijos e hijas con un desarrollo emocional más sano. Así lo he vivido y lo sigo disfrutando cuando visito mi hogar primario, luego de casi 32 años haber decidido construir mi propia familia.
“Uno se arropa hasta donde la sábana le dé” o “Más vale comerse un pan en paz que un manjar en sufrimiento”, son de las frases aleccionadoras que siempre le he escuchado decir, las cuales dejan claro los valores de respeto e integridad con que debíamos conducirnos.
“Amor no quita conocimiento”, es otra frase que expresaba con frecuencia cuando se refiere objetivamente a una situación familiar o de amistades cercanas, mediante la cual ponía de manifiesto su inquebrantable exigencia del recto comportamiento que nos ha inculcado.
Para mi maravillosa mamá Nerva, su tiempo de oración en la mañana es innegociable, lo que le ha permitido vivir con sentimiento de gratitud y paz interior, que multiplica a los demás con su buen trato y fe en Dios.
Entre sus habilidades destaco la confección de ropas para mis hermanas y para mí, recordando las de tres ocasiones especiales: El traje azul para mis 8 años, en el que bailamos en la sala de casa el Vals de la Mariposa de Danny Rivera y me hizo sentir la niña más amada y feliz; el de mi graduación de colegio y sobretodo el traje de mi boda, que con tanto amor duró meses bordando cada perla, el cual aún conservo con orgullo, admiración e infinita gratitud.
Además, poseía gran destreza para la confección de cortinas, cojines, reparar plomería y hasta prestar primeros auxilios médicos, y todo lo hacía con dedicación y entrega.
Sus ojos son de color verde esperanza, su corazón noble y bondadoso, su inteligencia brillante y sus oraciones poderosas. A ti madre, mamitica adorada, mi primera promotora de paz, te deseo hoy y siempre infinita salud, larga vida y bienestar. Felicidades!!!!
La autora es la presidenta de la Fundación Vida Sin Violencia
@Yanira_Fondeur