Fiesta de San Pedro y San Pablo
Por Leonor Asilis
Rincón Digital
La Iglesia celebrará el próximo 29 de junio la Solemnidad de San Pedro y San Pablo. No olvidemos que a estos dos grandes apóstoles se les considera las columnas de la Iglesia, y no es para menos.
Empecemos por el primero, San Pedro, a quien Jesús le dijo que era la roca sobre la cual edificaría su Iglesia. Y es que Pedro, era siempre el primero en todo, el más decidido siempre.
De ser simple pescador, Jesús lo convertiría en pescador de hombres y cuya misión se ha perpetuado en los Papas a través del tiempo.
Veamos el origen de la palabra Papa que viene del latín y está compuesta por las iniciales que reseño a continuación: P P-etrus (Pedro); A Apostolicis (Apóstol); P Potestatum (Tiene potestad, autoridad); A Accipiens (Que tiene acceso).
Es decir, que Papa significa que tiene acceso y autoridad del Apóstol Pedro. Mucho podemos abundar sobre la figura apasionada de Pedro, sin embargo, me fijo en una: su debilidad. Él, quien siempre fue el más resuelto y dinámico entre los apóstoles, negó al Maestro.
En otras palabras, flaqueó, fue cobarde. Pero Jesús, posteriormente y en su misericordia, con sólo una mirada llena de amor le confirmó en su amor. Con este hecho, recordó Pedro su traición y lloró amargamente.
Cuenta la tradición que de tanto llorar le surgieron dos grandes surcos debajo de los ojos. Sin embargo, aceptó el amor y el perdón para su salvación. Así es Dios. Dios es amor y misericordia. Siempre nos acoge y nunca nos rechaza.
Podría alguno preguntar, y entonces qué le pasó a Judas? Sencillamente, no aceptó el perdón de Dios. Se desesperó, se ahorcó y a sus pies las treinta monedas. Seamos como Pedro aceptando siempre el amor de Dios.
Fijémonos ahora en San Pablo, otro gigante de la Iglesia. De perseguidor de los cristianos a perseguido por ser cristiano. Pablo fue conquistado por la gracia divina en el camino de Damasco.
Después de encontrarse con Jesús en su camino, se entregó sin reservas a la causa del Evangelio. Gracias a la gracia de Dios en él, fue apóstol de los gentiles.
Intrépido y audaz, sabio y humilde, persistente y tenaz, nos legó en sus bellas cartas, lecciones de lo alto, inspiraciones divinas, legado eterno y ruta segura en la búsqueda de la santidad.
Por la fe, también él derramaría un día su sangre precisamente en este lugar, uniendo para siempre su nombre al de Pedro en la historia de la Roma cristiana. Hago acopio apenas de una de sus sentencias que cobran cada día mayor vigencia “Predica la palabra, insiste a tiempo y a destiempo”.
Termino estas palabras con el deseo inmenso de que sigamos su ejemplo en la custodia y defensa de la fe pidiéndoles su intercesión por nuestra conversión y protección ante tantos peligros que nos acechan, sobretodo la pandemia que nos afecta y por todos los que han muerto y la padecen. Intercedan también para que preservemos la pureza de nuestra fe y porque en nuestro país se celebren las elecciones en orden y paz y que las nuevas autoridades electas nos dirijan con sabiduría y en el camino de nuestro Señor que es camino, luz y vida.