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94 años del nacimiento de García Márquez, padre del realismo mágico
El escritor colombiano fue Premio Nobel de Literatura en 1982
Revolucionó el mundo de la literatura, es referente de la cultura hispanohablante y, entre otros muchos aspectos, es conocido como el padre del realismo mágico. Un género que no había calado hasta la fecha y que Gabriel García Márquez popularizó a raíz de la publicación de su novela Cien años de soledad.
Durante una entrevista, el escritor colombiano explicó el proceso de reflexión que le llevó a apostar por este tipo de narrativa. “¿Por qué aceptamos que las alfombras vuelen en Las mil y una noches? ¿Por qué aceptamos que los genios salgan de las botellas y a nosotros no se nos permite? De pronto, me puse a pensar que no es que no se nos permita sino que nosotros no nos lo permitíamos ni nos atrevíamos”. Finalmente, el realismo mágico acabaría convirtiéndose en una de sus señas de identidad.
Nació un 6 de marzo de 1927 en Aracataca, una aldea perdida en el caribe colombiano, que más tarde le serviría de gran inspiración para sus novelas. Comprometido con su forma de pensar, alcanzó el éxito a los 40 años y recibió el Premio Nobel de Literatura en 1982.
El mundo entero lloró su marcha el 17 de abril de 2014 a los 87 años. Los homenajes a su figura y creación literaria se sucedieron en cada rincón del planeta. Fallecía en su casa de México, dejando tras de sí un reguero de historias que Radio 5 recopiló en un especial dirigido por Vicente Ortiz.
Es uno de los escritores más leídos del planeta
“El mundo es un poquito peor hoy que ayer, pero nos quedarán siempre sus novelas”, afirmó el escritor peruano Santiago Roncagliolo en Un idioma sin fronteras de Radio Exterior. En esta línea, Susana Santaolalla recordaba que aunque con él “nació una nueva forma de hacer literatura” que pese a su marcha no se irá porque las generaciones futuras se encargarán de mantener su legado entre nosotros.
En este monográfico sobre la vida y obra de García Márquez, Juancho Armás Marcelo, escritor y periodista español, resaltó su pasión por la lectura hasta convertirla en escritura y la gran habilidad que demostraba tener para ello. Una destreza que el mundo tardó años en descubrir. Al principio, su obra literaria pasó desapercibida en el plano internacional. “Antes de que se produjera el milagro de Cien años de soledad muchas novelas pequeñas no habían salido de Colombia”.
La rumorología afirma que uno de los editores del escritor le criticó su manera de escribir afirmando que sus libros no iban a llegar nunca a nada. Sea aquello realidad o ficción, lo cierto es que, hoy en día, es uno de los escritores más admirados y traducidos en todo el mundo. Solo de Cien años de soledad se han vendido más de 40 millones de ejemplares en más de 30 idiomas diferentes. Es uno de los escritores más leídos del planeta.
Su creación literaria no conoce límites
Es una verdad absoluta que su legado traspasa fronteras. En La noche en vela de RNE recordaron que sus admiradores venían desde el mundo de la política como Bill Clinton hasta el de la escritura con Isabel Allende. La autora chilena llegó incluso a confesar en una ocasión que su “aventura en la escritura” se la debe a Gabo -como muchos le apodaban-. Fue, en palabras de Allende, quien le otorgó “la libertad y el impulso de contar lo que para mí era familiar: Mi país, mi gente, mi familia. Todos de Macondo. Todos iguales a los personajes de él”.
Macondo es el nombre del pueblo ficticio de su emblemática novela Cien años de soledad. Inspirada en su ciudad natal, la obra cumbre de su carrera describe este lugar como “una aldea de 20 casas de barro y cañabrava a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaba por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos”.
El estilo de sus obras se caracterizaba por un gran cuidado de la palabra y de la unidad literaria. En No es un día cualquiera, Juan Yeregui explicaba que para el padre del realismo mágico redactar el principio y el final era lo más complejo de escribir un libro. Consideraba que si uno no era capaz de atrapar al lector “desde la primera línea”, luego sería “muy difícil” que no se le terminase “escapando”. Por su parte, el desenlace sería lo que “dejaría para siempre el recuerdo del libro”.
Aunque, curiosamente, cuando empezó a escribir Cien años de soledad, no solo no sabía cómo iba a terminar la historia sino que tampoco sabía cómo iba a continuarla. Solo tenía clara una idea general de la clase de libro que quería escribir. Una novela que desdibujara los límites entre la realidad y la fantasía.
Su manera de escribir y contar historias nace de la relación con sus abuelos maternos, Nicolás y Tranquilina, con quienes vivió durante su infancia. Él, un coronel retirado, le hablaba de guerras y política, mientras que ella, una mujer supersticiosa, le transportaba a un mundo sobrenatural que acabaría dejando huella en su literatura.
Estas dos visiones de la vida dieron como resultado el ambiente propio de sus novelas. A lo que conocemos, hoy en día, como el realismo mágico. “Era su mundo particular y metafórico donde la vida se convierte en una serie de ciclos que se repiten de manera inevitable. (…) La magia y la realidad se fusionan sin sorpresa, sin efectismo. Es tan normal encontrar un galeón en mitad de la selva, como que una lluvia dure cuatro años consecutivos o que una hermosa mujer un día le evite y se pierda entre las nubes”, reseñaba Marcos Mostaza en Un idioma sin fronteras.
Siempre fiel a su estilo y filosofía: “el mago de la palabra”
De García Márquez, se dice que tenía más discos que libros. De hecho, en una ocasión, confesó que se inspiraba en los preludios de Debbie See y en la canción “A Hard Day’s Night” de los Beatles cuando escribía su obra estrella.
A los 20 años publica su primer cuento, La tercera resignación, el diario El Espectador cuyo subdirector en aquel entonces, Eduardo Zalamea Borda, da origen a su conocido apodo: Gabo. 35 años después se convertiría en uno de los más jóvenes en recibir el máximo galardón de la literatura. Su discurso de agradecimiento en Estocolmo sería el mayor reto de su vida, recordaba Patricia Costa en Memoria de delfín. En él, denunció la situación que vivía el pueblo latinoamericano. Un continente duramente golpeado por las dictaduras y la represión.
En su primera novela, La hojarasca, publicada en 1955 presentó por primera vez Macondo. Años más tarde llegaron el resto de sus creaciones como El amor en los tiempos del cólera, El coronel no tiene quien le escriba, El otoño del patriarca o Crónica de una muerte anunciada. En todas ellas, se mantuvo fiel a su estilo y filosofía. “Yo creo que en mis obras hay más realismo que fantasía, lo que pasa es que nuestra realidad es así como se ve en los libros”. “Ningún libro mío ha sido escrito si no han transcurrido 20 años de gestación”.
“Después de Cervantes, no solo es el más grande novelista de la lengua, el más grande creador de ficciones, sino que fue también como Cervantes o como Borges ese artesano, ese mago de la palabra, destacaba Darío Antonio Sepúlveda, más conocido como Dasso Saldívar, en una charla con Arturo Martín.
Para el profesor Fernando Rodríguez de la Fuente, quien fuera varios años director del Instituto Cervantes, García Márquez debe ser considerado como un clásico contemporáneo. En Encuentro entre dos mundos de Radio Exterior argumentaba que “un clásico es un libro que no se agota nunca, que nunca termina de interpretarse, que siempre da la posibilidad de nuevas interpretaciones y esto no lo tiene todo el mundo”.
Su última aparición pública fue el día de su 87 aniversario, el 6 de marzo de 2014, cuando salió a la puerta de su casa de Ciudad de México a saludar a los periodistas y a cantar «Las mañanitas», la canción típica de las celebraciones de cumpleaños mexicanas.
Fuente: RTVE
Foto: Fundación Fabo/ Alcaldía de Barranquilla