En el mes de San José
Por Leonor Asilis
Estoy contenta.
A tiempos difíciles, un buen custodio.
El Papa Francisco ha querido dedicar este año en jubileo a San José.
Estamos en su mes. Su fiesta se aproxima: 19 de marzo.
Todos sabemos del privilegio que tuvo de ser padre adoptivo de Jesús. Hablemos un poco de él.
Era descendiente directo del Rey David, origen del cual tuvo razones “humanas más que suficientes” para haber caído en la tentación del orgullo y arrogancia. Sin embargo, no fue así.
Caracterizado por su humildad y sencillez tuvo la gloria de haber obtenido el don inefable de ser custodio de El Salvador del mundo.
Era un hombre de Dios, judío fiel a los preceptos divinos, pero sobre todo hombre de oración.
Sabemos por el Evangelio que pasó muchas vicisitudes, tanto espirituales como materiales, pero sacaba fuerzas de lo alto. Trabajador, sin lugar a dudas, fue un carpintero que obtenía el sustento del sudor de su frente.
Enseñó a Jesús su oficio y es de suponer que a pesar de su oficio activo, era un gran contemplativo. ¡No es para menos! Tenía en su casa dos seres especiales: la llena de gracia y la gracia misma (María y Jesús).
Vivía para Ellos y los defendió de múltiples peligros. Desde el anuncio del embarazo de la Virgen, antes de la revelación del Ángel en sueños, por amor la defendió de ser lapidada con su silencio.
¡En el momento del nacimiento, buscando albergue para ellos sufrió los sinsabores del rechazo de los suyos! Ante el peligro de ser alcanzados por la furia de Herodes, el desasosiego de la huida a Egipto.
Tiempo después, posiblemente ya establecidos y con nueva clientela a su disposición Recibe el llamado de volver a su tierra, a empezar de nuevo…. Y aquella horrible experiencia de haber perdido a Jesús en Jerusalén.
Sin embargo, asumía todas estas pruebas en silencio activo, sin quejas, pero con diligencia. ¡Cuánto tenemos que aprender de San José!! Confiémonos a su patrocinio.
Estoy segura de que Jesús estaría complacido que desde ya le tomemos cariño a quien fue su primer benefactor aquí en la tierra.
Agradezcamos a Dios el don de San José y cobijémonos bajo su sombra.
Santa Teresa, gran devota suya decía de Él: “No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo… No he conocido persona que de veras le sea devota que no la vea más aprovechada en virtud, porque aprovecha en gran manera a las almas que a Él se encomiendan… Solo pido por amor de Dios que lo pruebe quien no le creyere y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso patriarca y tenerle devoción…”
En este triste tiempo de pandemia de coronavirus y ahora la terrible guerra en Ucrania hay muchas personas que han realizado esfuerzos ocultos para proteger a otros, al igual que San José protegió y cuidó en silencio a María y Jesús.
Un dato histórico
Los católicos no adoramos a los santos, pero pedimos su intercesión celestial ante Dios y buscamos imitar sus virtudes aquí en la tierra.
La Iglesia Católica honra a San José como el padre adoptivo de Jesús y se le invoca como el Santo Patrono de la Iglesia universal. También es el patrono de los trabajadores, los padres y de la buena muerte.