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Andreea y la violencia en el noviazgo
Promoviendo la Paz
Yanira Fondeur
Andreea Celea, de 21 años, no imaginó que se convertiría en la víctima número 60 de los feminicidios que se han registrado en el país en este 2018, justo iniciando el noveno mes del año.
Su tragedia ha conmovido a toda la nación, no por tratarse de una joven extranjera, sino por la crueldad y premeditación con que actuó su novio Gabriel Villanueva para lograr que, a pesar de ella contar con una orden de protección del Ministerio Público, accediera a celebrar con él su cumpleaños hospedándose en un hotel, en donde fue lanzada desde un octavo piso.
Jamás podemos justificar un feminicidio juzgando a la víctima de que ella lo provocó o de que por celos y hasta por el supuesto consumo de estupefacientes se cometió un acto de crueldad, irracionalidad y salvajismo absoluto.
Recordemos que la violencia es una conducta aprendida desde el hogar en donde llega a normalizarse, siendo reforzada y muchas veces hasta justificada en una sociedad como la nuestra donde aún impera el machismo, ya que las mujeres seguimos siendo vistas como un objeto de propiedad privada y cuando alguna trata de romper con una relación de malos tratos es que más corre el peligro de perder la vida.
¿Por qué una joven o mujer no logra salirse de una relación violenta? La problemática es compleja y multicausal, pero las especialistas coinciden en que el miedo paraliza a una víctima que se siente vivir en un túnel sin salida, que por demás suelen tenerla aislada, con ansiedad, sentimiento de culpa y vergüenza que favorecen al agresor a mantener el control sobre ellas, además de que por lo general tienen la esperanza de que su pareja cambiará de conducta.
Para el año 1979 la investigadora estadounidense Leonore Walker describió en tres fases lo que le llamó el círculo de la violencia, que inicia con acumulación de tensión, sigue con agresión y culmina con el perdón y la reconciliación, que al cabo del tiempo vuelve a reiniciarse.
El asesinato de Andreea debe servir de reflexión a las jóvenes que en la etapa del noviazgo confunden el amor con exceso de control y deben convencerse de lo siguiente:
- Tienes todo el derecho a una vida libre de malos tratos.
- Tienes derecho a vestirte como desees.
- Tienes derecho a juntarte con las amistades que quieras.
- Tienes derecho a socializar por tus redes con las personas que consideres.
- Tienes derecho a no estar explicando a cada momento con quien estás y que haces.
- Tienes derecho a estudiar y trabajar en lo que te genere pasión.
- Tienes derecho a elegir al lugar que desees ir, sin sentirte culpable.
- Tienes derecho a llevar el pelo del color o corte que te plazca.
- Tienes derecho a vivir sin miedos.
- Tienes derecho a ser respetada todo el tiempo.
Si desde el noviazgo la chica va sintiendo que vive más en penas que en la alegría con su pareja, que terminan y se arreglan en forma constante, que siempre la etiqueta con nombres que lesionan su moral, que sólo se puede hacer la voluntad de él, porque en caso contrario la culpabiliza, debe saber que se encuentra inmersa en una relación que no es sana.
Como familiar, amistad o compañera de labores estamos llamados a actuar en lugar de juzgar. Actuamos cuando formamos parte de su red de apoyo escuchándole, buscándole la ayuda psicológica o legal pertinente, pero nunca ignorando el hecho y mucho menos restándole importancia al peligro que representa.
Además reiteramos que urge educar en igualdad de derechos a hombres y mujeres, en seguir trabajando con los jóvenes para hacerles entender los beneficios de una masculinidad positiva, que promueva la no violencia, que sea capaz de externar sus emociones, no utilice su poder para imponerse a los demás así como comparta labores domésticas y de cuidado familiar.
El amor no lastima, respeta, no te compara, te admira, no te mantiene triste, sino alegre, no te ignora, te apoya, no se impone, fluye e inspira el deseo de vivir en armonía y complicidad el resto de tu vida.
La autora es la presidenta de la Fundación Vida Sin Violencia.