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Educar sin maltratar
Yanira Fondeur
Promoviendo la Paz
Que un 49 por ciento de los adultos y el 30 por ciento de los adolescentes estén de acuerdo que cuando un niño se porte mal “se le dé una pela” nos revela la penosa realidad que sufren los niños, niñas y adolescentes y la necesidad de incrementar los esfuerzos para hacer respetar sus derechos de vivir una vida libre de violencia.
Las cifras fueron dadas a conocer la pasada semana en el estudio “yo me crié así” que realizó la antropóloga social Tahira Vargas, auspiciado por la organización Plan Internacional República Dominicana, a través de encuestas de grupos focales en Elías Piña, Gran Santo Domingo y La Altagracia.
La interesante y necesaria investigación establece que, la crianza de los infantes se mueven en círculos de violencia en los cuales, no se considera el diálogo como una herramienta eficaz para solucionar un conflicto, al contrario se legitima el miedo a través de acciones violentas.
Amables lectores, recordemos que la violencia es una conducta aprendida, que podemos desaprenderla si educamos con amor, límites claros, comunicación asertiva, tiempo de calidad, responsabilidad según las edades de los hijos/as, derechos en igualdad de género y promoción de los valores de la solidaridad, empatía y tolerancia, entre otros.
En definitiva, educar no implica que para lograr la conducta esperada maltratemos a nuestros descendientes, ya que esto les generará consecuencias psicológicas, físicas y sociales que se manifestarán frente a los demás.
Cuando apelamos a dar una “pela” como sanción por una conducta inapropiada, ya sea con chancleta, correa o en casos extremos con el ramo de un árbol, causamos no sólo moratones físicos que se borran en unas semanas, sino lesiones psicológicas que inducen a la baja autoestima, insomnios, trastornos de conducta y recuerdos negativos que muchas veces permanecen en la memoria de los infantes.
Tampoco se trata de que como madres, padres o tutores seamos permisivos ante indisciplina de nuestros hijos. Bien podemos, según la edad, restringirles lo que más le gusta jugar para poner un ejemplo, sin tener que recurrir a la violencia.
Recuerdo que cuando mi hijo Enrique era pequeñito llegué a ver madres desesperadas golpear a sus hijitos en un establecimiento de juguetes porque en ocasiones se lanzaban al piso llorando para que le compraran uno.
Para evitar vivir esa experiencia desagradable, antes de ir miraba fijamente a los ojos de mi hijo y con determinación le decía “Iremos a la tienda de juguetes, pero sólo podrás elegir algún juego cuyo precio sea de dos números”, es decir que no pasase de 99 pesos y él respondía “si mami”, estableciendo con esto el límite de la compra por anticipado.
Y es que, establecer las reglas claras sin necesidad de agredir, ni física ni verbal, nos permite convivir con más armonía. También es importante estimularlos cuando lo hacen bien y no criticarlos constantemente, ya que al igual que los adultos ellos también tienen fortalezas y debilidades.
En conclusión, educar con amor hace que nuestros hijos e hijas se sientan más seguros y protegidos, permitiéndoles desarrollarse en un ambiente positivo que les alegra la vida y les proporciona paz.
La autora es la presidenta de la Fundación Vida Sin Violencia.
@Yanira_Fondeur