El morbo vende y la dignidad perece
Promoviendo la Paz
Yanira Fondeur
Por fin, en las últimas semanas hemos visto a la Comisión de Espectáculos públicos activarse y reasumir el rol que le corresponde, y basada en el Reglamento 824 disponer la censura de unas 20 canciones de artistas urbanos que rayan en la vulgaridad extrema, denigrando la figura femenina como mero objeto sexual, incitando a la violencia y en algunos casos normalizando la comercialización de estupefacientes.
El presidente de la Comisión, JM Hidalgo, una vez más ha reconocido que la entidad no tiene capacidad para monitorear las 400 emisoras de radios y 300 canales de televisión que operan en el país y tiene la esperanza de lograr el apoyo del nuevo Ministro de Cultura, el Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones y el Ministerio de Interior y Policía para regular los espectáculos.
Desde este espacio reflexivo les preguntamos a esos funcionarios ¿por qué antes no se ha logrado un trabajo coordinado? Es hora de convocar a los incumbentes de esas dependencias gubernamentales al cumplimiento de sus funciones, de actuar en defensa del interés nacional, para evitar que los niños, niñas y jóvenes no continúen normalizando las letras de esas canciones que estereotipan a las mujeres como objetos propiedad de los hombres.
La censura dispuesta ha generado varias respuestas: Por un lado, los que opinan que la medida es tardía, debido a que hace meses que son difundidas y aprendidas por el público juvenil y otros que la ven bien y apoyan la regulación. Hay quienes responsabilizan de la difusión a los programadores de las emisoras así como al internet y los (las) interpretes que de forman desenfadada retan a la autoridad a seguir censurando sus canciones, porque eso hace que se oiga y vea más.
Varios artistas urbanos han manifestado abiertamente que el morbo es lo que vende y una servidora entiende que mientras consideremos que lo importante sea vender, sin importar cómo se logra, la dignidad perecerá y me explico: El morbo es el atractivo que despierta una cosa que puede resultar desagradable, cruel, prohibido o que va contra la moral establecida.
En cambio, la dignidad es la cualidad del que se hace valer como persona, que se comporta con sentido de responsabilidad y con respeto hacia sí mismo, hacia los demás y no deja que lo humillen ni lo degraden.
Bien sabemos que, la música tiene un gran poder de comunicación y sirve para denunciar inquietudes sociales y personales, provocando sensaciones y emociones en sus receptores, pero es hora de que quienes las escriben, interpretan, promueven y financien, entre quienes están los dueños de las emisoras, los que regulan las redes y la sociedad en su conjunto reaccionemos y hagamos un alto para reflexionar hacia dónde va nuestra juventud apoyando y normalizando estas letras denigrantes y perjudiciales.
Nos preguntamos: ¿Cómo podemos exigir un cambio de cultura y comportamiento hacia la justicia e igualdad, si algunas de las intérpretes femeninas las cantan y bailan denigrando nuestro género?
Amables lectores, con la censura sólo no se logran cambios, se requiere de que todas y todos nos responsabilicemos a educar creando conciencia del valor moral que tenemos, que la dignidad ni se compra ni se vende, es un valor que se aprende desde la familia y jamás debe perderse, que el tener nunca debe superar al ser y que en un mundo convulsionado por la violencia debemos considerar la música como un gran instrumento de paz.
La autora es la presidenta de la Fundación Vida Sin Violencia.