En defensa de las mujeres víctimas de violencia
Yanira Fondeur
Promoviendo la Paz
El reciente desistimiento de la querella presentada por Santa Arias a su agresor, conocido popularmente como el “Abusador del Baní”, desató en las redes sociales un sinnúmero de críticas que, me llevaron a pensar que como sociedad tenemos que insistir, persistir y resistir a redoblar la concienciación de todos los sectores sobre la problemática multicausal y de derechos humanos que constituye la violencia contra la mujer.
No soy especialista en la conducta, pero llevo casi 13 años, junto a un gran equipo de profesionales desde la Fundación Vida Sin Violencia, aprendiendo de los expertos/as en la salud, de la complejidad de este grave problema social, del cual el Ministerio Público contabiliza recibir más de 6,300 denuncias mensualmente.
Amables lectores, establezcamos indefectiblemente que, el único responsable de su conducta es el agresor y no la víctima, a la cual, en el caso que indico, la han criticado hasta las propias mujeres y no sólo la población masculina.
Recordemos que las mujeres maltratadas viven con miedo, vergüenza, ansiedad e insomnio y en el caso específico de Santa Arias se le agrega la mucha presión social y familiar de parte de su agresor, luego de la violencia física y verbal que recibiera en plena calle y que se hiciera viral en las redes sociales.
Que una víctima de violencia llegue a denunciar a las autoridades constituye de por sí un real acto de gran valentía dado el estado vulnerabilidad en que se encuentra, afectada física y psicológicamente y para ello ha de contar con una buena red de apoyo de familiares y amistades que le animen en su decisión.
¿Por qué desisten de sus querellas? En la mayoría de los casos, en el marco de la violencia intrafamiliar o de género, lo hacen por la dependencia económica, pero en el caso particular dado que no tenemos prueba, no podemos afirmar públicamente que el desistimiento fue porque recibió una recompensa económica a cambio.
Sabemos que el proceso judicial es tortuoso por el tiempo que dura, que amerita de revestirse de mucha paciencia para acudir a cada una de las audiencias, contar con el apoyo legal necesario y regular sus emociones al expresar su testimonio para defender su derecho o escuchar a la parte contraria revivir el momento de la agresión.
Súmele a lo anterior que, las víctimas también pueden sentir temor a que su caso sea conocido por jueces que no estén sensibilizados en violencia de género y al conocerlo y decidir persistan en la impunidad, además de sentir temor de que la familia del agresor adopte una actitud de represalia contra ella o sus seres queridos.
Igual sucede en los casos de violación sexual, cuando muchos atribuyen lo sucedido a las víctimas que provocaron con su vestimento al agresor, justificando así la comisión del delito.
En cualquier caso, consideramos que el Ministerio Público debe continuar con la acción judicial, procurando establecer como lección al agresor y a los demás que ese comportamiento es ilegal, desincentivándoles a continuar ejerciendo violencia contra otras posibles víctimas y para que la sociedad entienda que existe un régimen de consecuencia penal en estos lamentables casos.
En tanto que, la población está llamada a no juzgar a priori, sino a ser empáticos con el trauma vivido por la víctima, revestida como ser humano del derecho de vivir libre de violencia y a transitar por las calles en paz.
La autora es la presidenta de la Fundación Vida Sin Violencia
@Yanira_Fondeur