Fiesta del Corpus Christi
Por Leonor Asilis
Rincón Digital
El próximo jueves 20 de junio nuestra Iglesia Católica celebrará la fiesta del Corpus Christi.
El misterio de nuestra Fe: El Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo presente en el pan y el vino.
Y es que no se entiende la Iglesia sin la Eucaristía.
La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico en la actualidad.
Aunque no lo entendamos. Nuestro Dios se encuentra de forma especial en la Eucaristía pues escapa a toda lógica humana, es así. Y si Dios que se hizo hombre en Jesucristo, acaso no va a poderse hacerse presente en un pedazo de pan si así lo ha querido? Quién manda a Dios?
¿Quién le traza pautas? Es un gesto de amor que nunca podremos captar a plenitud, y que lamentablemente no agradecemos lo suficiente. Sin embargo, El permanece esperándonos. Si tuviéramos más fe! Nuestro Dios ha decidido permanecer en el Sagrario para alimentarnos, para fortalecernos, para divinizarnos, para dar eficacia a nuestra tarea y a nuestro esfuerzo.
Digámosle al Señor: Señor, gracias por haberte quedado con nosotros.. ¿Qué hubiera sido de nosotros sin Ti? Como le dijo una vez Pedro: si no es a Ti, Señor, a quién iremos?
¿Dónde buscamos fuerzas para seguir adelante? ¿Quiénes somos nosotros sin Ti?
Es muy oportuno recordar una exhortación de San Agustín para que acudamos a la Eucaristía con frecuencia: Somos obreros que estamos trabajando todavía en la viña; cuando se acabe el día, cuando se acabe el trabajo, se recibirá la recompensa.
Pero, qué obrero hay que resista en el trabajo hasta recibir la merced si no se alimenta durante el trabajo? Si se nos substrae esta alegría de la inteligencia de estos signos sacramentales, desfalleceremos en el trabajo y no habrá quien pueda llegar a la recompensa Acudamos al gran encuentro eucarístico con motivo de Corpus Christi que por razón geográfica nos corresponda.
Es una experiencia gratificante y vivificante.
La Gloria siempre para Dios que se hace cercano en un pedazo de pan.
MILAGROS EUCARISTICOS
El pasado 5 de junio se celebró en Casa San Pablo la Ultreya titulada Milagros Eucarísticos tuvo lugar luego de la misa, teniendo como orador invitado a Omar Arbaje.
Expuso claramente que nuestra Iglesia nunca ha dudado la presencia de Jesucristo en la eucaristía. Hay múltiples evidencias y testimonio a través de los años de esto. Sin embargo nos invita a que no necesitamos de milagros para creer en la eucaristía recordando la anécdota del apóstol Tomas con nuestro Señor.
Nos recuerda que los católicos según el catecismo tenemos la obligación de comulgar y es que la Iglesia que es madre y maestra sabe lo que nos conviene.
El Señor actúa de forma imperceptible en nuestro espíritu. Incluso nos recordó que si faltamos a misa de domingo debemos de confesarnos. Luego de estas palabras, volvió al tema de los milagros eucarísticos donde en varios casos el Señor quiso convertir su pan eucarístico en sangre para avivar nuestra fe.
De forma especial el charlista evocó al milagro de Lanciano que proviene del siglo octavo cuando un sacerdote al celebrar la misa tenía dudas de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, descubrió que al momento de pronunciar las palabras de consagración el pan y el vino se transformaban en carne y sangre. Este acontecimiento sagrado ha sido certificado por nuestra iglesia como un milagro eucarístico.
Hubo uno de los milagros que el Sr. Omar Arbaje compartió que sucedió en América Latina precisamente en una islita de Venezuela luego de un terremoto en 1994 donde hubo una alerta de tsunami, y el sacerdote de una parroquia de la costa decidió con su feligresía ir en procesión eucarística con la feligresía hacia la playa donde se divisaba la ola que ya venía y el con una audacia y fe enorme la bendijo y la misma se diluyo y no entro.
Omar Arbaje recordó a los Santos que caían de rodillas frente a la eucaristía y nos invitó a hacer silencio cuando entremos al templo, que vayamos vestidos con decoro y que si queremos hablar con el hermano que vayamos afuera de la iglesia.
Pidámosle al Señor que nos permita redescubrir el valor incalculable, infinito, de su corazón misericordioso y humilde, plenamente presente, esperándonos para alimentarnos de su presencia viva y vivificante en la eucaristía.