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Gentrificación y patrimonio: El riesgo de perder la memoria en la ciudad colonial
Fue un punto de encuentro trascendental durante el exilio republicano español, donde artistas y pensadores como Wifredo Lam, Eugenio Fernández Granell, André Breton, Víctor Serge, Pierre Mabille, José Gausachs, José Vela Zanetti, George Hausdorf y Manolo Pascual se reunían diariamente en la entonces Ciudad Trujillo.
Por Juan José Mesa
El cierre de “a Cafetera, un lugar emblemático en la Ciudad Colonial de Santo Domingo, pone de manifiesto el profundo impacto que la gentrificación puede ejercer sobre el patrimonio cultural. Fundada en 1932 por el inmigrante español Benito Paliza Torre, La Cafetera no solo fue pionera en la torrefacción de café en la República Dominicana, sino también un epicentro para las tertulias artísticas y literarias que marcaron una época en la capital. Su clausura, justificada por las pérdidas económicas derivadas de ocupar un local cuyo valor inmobiliario supera los 100 millones de pesos, obliga a reflexionar sobre la tensión entre el valor comercial y el valor histórico-cultural de estos espacios.
La gentrificación, que conlleva la revalorización de zonas históricas y el desplazamiento de residentes y comercios tradicionales, está transformando la Ciudad Colonial. Este fenómeno amenaza con destruir lugares profundamente arraigados en la identidad nacional. Aunque la modernización y el crecimiento económico son fundamentales, es crucial preguntarnos: ¿A qué costo? ¿Es la especulación inmobiliaria razón suficiente para permitir que sitios que representan la memoria colectiva, como La Cafetera, desaparezcan?
La Convención de la UNESCO (1972) destaca que el patrimonio cultural es un legado construido por generaciones pasadas y presentes. No es un conjunto estático de objetos o espacios, sino una herencia viva que sigue siendo relevante en la medida en que las generaciones actuales la reconocen y preservan. Sin embargo, cuando lugares históricos como La Cafetera se desvanecen bajo la presión de una desmedida revalorización inmobiliaria, corremos el riesgo de erosionar esta herencia y, con ella, la historia compartida de la nación.
Es imperativo fomentar una cultura de aprendizaje y mejora continua que no solo promueva el crecimiento económico, sino que también valore el legado intangible de estos espacios históricos. Ciudades globalmente exitosas como Barcelona, Londres o Nueva York no solo han prosperado económicamente, sino que han encontrado un equilibrio entre la conservación de su patrimonio y la modernización, reconociendo que el desarrollo y la preservación pueden coexistir.
La Cafetera fue un punto de encuentro trascendental durante el exilio republicano español, donde artistas y pensadores como Wifredo Lam, Eugenio Fernández Granell, André Breton, Víctor Serge, Pierre Mabille, José Gausachs, José Vela Zanetti, George Hausdorf y Manolo Pascual se reunían diariamente en la entonces Ciudad Trujillo. Aunque bajo constante vigilancia debido a las sospechas sobre la difusión de sus ideas revolucionarias, estas tertulias les permitieron recrear en cierta medida su vida artística y cultural. Hubiese sido fascinante ser testigo de esas reuniones y escuchar sus opiniones sobre la realidad que reflejaban en sus obras o sobre los pintores clásicos que admiraban.
Si la Ciudad Colonial continúa avanzando por el sendero de la gentrificación sin una estrategia clara de preservación, no solo perderemos negocios como La Cafetera, sino también la esencia que convierte a esta zona en un espacio culturalmente vibrante. En última instancia, el éxito de una ciudad no debería medirse únicamente en términos económicos, sino también en su capacidad para preservar la memoria y el patrimonio que la definen (UNESCO, 1972).
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