‘Gorrión rojo’, el nuevo film de Jennifer Lawrence promete dos horas electrizantes
El film revive los viejos aromas de los films de espías puestos al día en nuestro contexto globalizado
Estados Unidos.- Francis Lawrence vuelve a dirigir a Jennifer Lawrence, tras haberlo hecho en las tres últimas entregas de Los juegos del hambre, en Gorrión rojo, cinta basada en el best seller de espionaje de título homónimo publicado por Jason Matthews en 2013. Antiguo agente de la CIA con 33 años de experiencia y gran número de operaciones en diversas partes del globo, el autor ha plasmado en una atractiva trilogía, de la que “Gorrión rojo” es el primer volumen, mucho de lo que sabe de este mundo secreto y hermético a todas luces muy distinto de las rutilancias a lo James Bond y de la violenta e inverosímil espectacularidad de cintas como la reciente Atómica, The Tourist, o Salt. La película más bien evoca cintas de corte más admisible como El espía que surgió del frío, basada en una obra de John Le Carré, otrora espía, o cintas basadas en la obra de otros célebres autores con pasado en ese terreno como Graham Greene o Somerset Maugham; también contiene cierta reminiscencia de los filmes hitchcockianos, como Cortina rasgada. A este respecto, incluso la música alcanza a tener algunos pasajes remitentes a uno de los compositores favoritos del director inglés: Bernard Herrmann.
La trama, que incluye un affaire amoroso entre una espía rusa (Lawrence) y otro norteamericano (Joel Edgerton), deviene insólita al desarrollar un entourage que no difiere mucho del existente en épocas de Guerra Fría con todo y tener lugar en nuestros días tecnificados, con móviles y ordenadores. De aquí que haya sorprendido a muchos determinada secuencia en que resulta de vital importancia una información sobre un mísil recogida en disquetes de 3 ¼, un soporte obsoleto desde hace mucho.
Parece ser que la cinta se presenta como punta de lanza de una serie de films en que nuevamente se abundará en una imagen negra y desoladora de Rusia –un planteamiento de hecho nada original–. El film presenta un estado ruso acaso exageradamente aplastante –tu cuerpo pertenece al estado, le dirán a Lawrence– que usa a su población como títeres sujetos a sus planes, carente de humanidad y escrúpulos, y capaz de las mayores atrocidades, lo que cabe suponer no va a ser bien recibido en determinadas esferas, máxime cuando, aunque sin nombrarlo en ningún momento, el actual máximo mandatario ruso está bien presente en las conversaciones de despacho del film.
Jennifer Lawrence, en un trabajo excelente y distinto por sentidamente humano y vulnerable, encarna a Dominika Egorova, una destacada bailarina moscovita que sufrirá traición profesional y se verá obligada a actuar como espía del estado para averiguar la identidad de un topo que está pasando información a los americanos. Todo apunta a que Nathaniel Nash (Edgerton), espía norteamericano, sabe quién es ese hombre. Sin ningún escrúpulo, el tío de Dominika, Vanya Egorov (Matthias Schoenaerts), le obliga a intentar seducir a Nash para obtener el nombre so pena de dejar a su madre enferma sin pensión ni casa (privilegios otorgados cuando bailarina), y ella misma sujeta a la posibilidad de ser eliminada.
El film presenta un supuesto aspecto curioso del espionaje ruso, esto es la preparación de las llamadas “gorriones” en escuelas al efecto, donde en régimen pseudocarcelario las alumnas (aunque también alumnos) deben desprenderse de todo prejuicio y dignidad personal para convertirse en máquinas de seducción para obtener de los objetivos fijados información sensible. A decir del propio Francis Lawrence, se trata de un centro de instrucción con cierta base real, e incluso añade que en la década de los 60 se intentó algo parecido por parte de la CIA, que no funcionó dados los escrúpulos y el peso moral del alumnado.
El hecho es que entre las secuencias que recogen el proceder de tal escuela, dirigida con mano dura por Charlotte Rampling, hay alguna de lo más atrevido que haya rodado nunca Jennifer Lawrence. No se trata de una cinta de mucha acción, puesto que gran parte del metraje más bien desarrolla una tensión creciente llena de diálogos y de algunas secuencias de tortura realmente explícitas y duras. Su mayor baza está en el palpable sufrimiento interno que soporta Dominika, perceptiblemente próxima a su desvalida madre, y en el despliegue de inteligencia que se ve obligada a desarrollar en tanto sortea amenazas y abusos de sus superiores, bajo el peligro cierto de su propia supervivencia en medio de un juego diabólico en que, como manda el cánon, reina la ambigüedad permanentemente en personas y apariencias.
La trama riza el rizo de modo vertiginoso, y está repleta de giros increíbles que pondrán a prueba la pericia del espectador para entender todos sus recovecos, lo que al tiempo garantiza un par de horas electrizantes que absorben por completo.
Realizada con tono sobrio y elegante, también en la puesta en escena, aportan asimismo peso específico –además de Edgerton en un personaje también vulnerable–, grandes veteranos como Charlotte Rampling, Jeremy Irons, y Ciaran Hinds, a los que se suma la siempre excelente Mary-Louise Parker en una única y memorable secuencia.
Fuente: lavanguardia.com