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Hablemos de la nueva masculinidad
Desde mi Perspectiva
Alliett Ortega
Esta semana en desde mi perspectiva quiero abordarles el tema de la nueva masculinidad, y es que si queremos lograr equidad en el género, si queremos alcanzar ese tan esperado 50/50, debemos de hacerlo trabajando en equipo, hombres y mujeres luchando por una mejor sociedad más equitativa, y justa, y es que a lo largo de la historia, se han propiciado diferentes fenómenos que han dado un giro a la realidad de la humanidad, una de las más importantes sin duda es la evolución que han tenido los derechos de las Mujeres, tanto en su reconocimiento, consolidación y ejecución, pero al hablar de estos derechos debemos de citar la incidencia, responsabilidad, y el rol del hombre en este camino de lucha que llevamos cada día las mujeres, y es que la sociedad nos ha dividido, y asignado roles según nuestro sexo, y sin ninguna igualdad en derechos y oportunidades, claro hemos ido avanzando pero no al nivel que deberíamos, aun la discriminación, violencia y sesgos de genero son nuestro día a día. A los hombres, el rol e identidad de género asignados, les ha otorgado una posición de privilegio sobre la mujer. Lo que ha generado un modelo de masculinidad predominante, llamada tradicional, patriarcal o hegemónica; conocida también como machismo, no es más que la imposición al hombre del deber acompañar sus acciones, en cualquier circunstancia, de su virilidad, entendida esta como capacidad reproductora, sexual y social, y como aptitud para el combate y para el ejercicio de la violencia. Esta masculinidad hegemónica produce problemas no sólo para la mujer, sino también en el hombre, ya que esto origina a hombres con déficits, intolerancia, conflictos con otras facetas de lo humano, además de ser un factor de riesgo para la salud y la vida. Al reconocer que las relaciones de género son aquellas que miden la situación de poder de hombres y de mujeres en su interacción, es consecuente advertir la necesidad de incluir a los hombres en el trabajo por la equidad de género, pues el cambio de sus conductas es la clave para respetar la igualdad de derechos del hombre y la mujer.
Por ello al pensar en mujeres que han sido líderes en lo político, o en sus campos, tiende a verse alejado de sus roles femeninos, de su rol materno, y más bien se le comparan actitudes de competitividad, firmeza, valentía, que son propias de un pensamiento sexista, pues el éxito de una mujer no aliena su sentir, esta es una ficción que se ha mantenido por mucho tiempo, el éxito es una consecuencia integral, de amor por lo que se hace, de motivaciones para alcanzar las metas, aparejadas de capacidad, talento y justicia, lo que define a un buen líder. Por ello podemos decir que una sociedad sexista oprime a las mujeres y limita a los hombres.
El análisis de género permite en definitiva redefinir las diferencias entre hombres y mujeres desde el punto de vista de las normas morales, y reconstruirlas con esta nueva perspectiva; y nos orienta a trabajar una nueva masculinidad, donde el hombre se cuestione individual y colectivamente sobre lo que sus actos implican, es decir una deconstrucción de su masculinidad tradicional. La nueva masculinidad busca involucrar a los hombres en la lucha por la equidad, además de señalar los problemas específicos de género en los hombres que resultan de la socialización sexista, es decir de la construcción del modelo de hombre hegemónico, donde desaparezca el privilegio que se ha otorgado a los hombres y todas aquellas barreras que le impiden vivir con humanismo. Para citar un ejemplo y dar pie a la nueva masculinidad, podríamos iniciar ese camino cuando una pareja planifica un embarazo, o la mujer descubre que está embarazada. Al nacer la o él bebe ¿qué actitud toma el padre? ¿Toma un papel privilegiado de dejar el cuido de su hija o hijo a la madre? ¿Se excusa afirmando que es quien lleva el dinero a la casa, por lo que no puede desvelarse en el cuidado del bebé ya que debe descansar para poder trabajar al día siguiente? O toma un nuevo rol de masculinidad, buscando la equidad de derechos, apoyando a la mujer en el parto, ambientando el espacio que será de su hijo, se preocupa por su nombre, se preocupa por garantizarle su derecho a la identidad, se preocupa por su cuidado y se reparte equitativamente todas las tareas que trae consigo el acogimiento de un nuevo miembro de la familia, quitando su papel privilegiado que el rol de hombre le ha otorgado por el hecho de serlo, desapareciendo el poder que la cultura le ha consentido, más bien buscando la justicia para su familia, y es que la violencia de género pasa de generación en generación, y este ciclo solo puede romperse si las mujeres y los hombres trabajan unidos para cambiar las estructuras y los valores sociales.
Aceptar que este cambio requiere una revisión individual y social, además de una posición existencial que incluye una actitud de rebeldía al sometimiento del machismo, para la desconstrucción crítica de los valores y creencias, es el paso que se debe tomar, pues todos somos humanos, y poseemos los mismos derechos, sin privilegios ni poder. Hasta una próxima entrega.