Joan Margarit, el premio Cervantes 2019 al que le daba miedo España
La hemeroteca es reveladora sobre sus postulados políticos sobre Cataluña, repletos de contradicciones
España.- La batalla de Lleida supuso la entrada de las tropas nacionales en territorio catalán. El 5 de abril de 1938 Francisco Franco derogaba el Estatut votado en 1931 y refrendado por las cortes republicanas en septiembre de 1932.
Un mes más tarde de esta primera y decisiva debacle nacía en la cercana Sanahuja el poeta Joan Margarit, galardonado esta semana con el Premio Cervantes.
En este sentido el arquitecto genera una especie de consenso, y quien escribe valora mucho su bilingüismo literario, algo que pocos practicamos y una extraordinaria señal de normalidad, al haber publicado libros de versos tanto en castellano como en catalán.
Margarit podría enmarcarse en esa hermosa senda de finales del siglo XIX, cuando Joan Maragall y Miguel de Unamuno se carteaban, y lo mismo hacían Narcís Oller y Benito Pérez Galdós, en ocasiones lamentándose de la ausencia de volúmenes catalanes en todo el Estado para conferir más riqueza a la diversidad cultural del territorio. Este precisamente es uno de los pilares del combate en la relación del bardo con España.
Desde su punto de vista la cultura catalana es una de las únicas con personalidad propia sin Estado. Si continuamos con la sucesión de matices sobre estas cuestiones ha declarado en más de una entrevista sentirse afortunado por poder cultivar la poesía en dos lenguas, con la materna por delante, pues según su opinión el castellano fue el único regalo positivo del dictador.
Por lo demás la hemeroteca es reveladora sobre sus postulados políticos, repletos de muy loables contradicciones, pues al fin y al cabo Margarit no cree en una solución al procés ni puede proponer ninguna. Pero observa, y le choca ser invitado a escuelas andaluzas y no haber recitado nunca en ninguna de la ciudad donde vive, Sant Just Desvern. En 2010 fue pregonero de las fiestas de la Mercè y en su pregón, la fecha es significativa al enmarcarse pocos meses más tarde de la resolución del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de 2006, apostó por una Cataluña con resolución para establecer su vinculación con España.
La multiplicidad de declaraciones deben tomarse con precaución y análisis, al enmarcarse muchas en momentos cruciales del procés. En octubre de 2017 Margarit manifestó querer irse de España, no así de sus amigos. Esta frase desencadenó una tormenta típica de ese otoño caliente e incluso en Lucena planteó quitar la avenida dedicada a su persona, quedándose la moción en agua de borrajas. Por otra parte, en una reciente entrevista a ‘El Mundo’, definió a España como un lugar que le da miedo desde los Reyes Católicos por ser cruel e inútil en emprender una regeneración entre derrotas republicanas, dictaduras y condecoraciones a maltratadores como Billy el Niño.
En una reciente entrevista a ‘El Mundo’, definió a España como un lugar que le da miedo desde los Reyes Católicos.
Pese a esta crítica es partidario del diálogo como forma de abrir un abanico de esperanza, bien precaria al juzgar a los políticos tan cabrones como los ciudadanos, en una época donde muchos se vanaglorian de ser expertos en todo cuando el 90% nada sabe. Dentro de su naturaleza dubitativa y mutante en sus opiniones también afirmó querer alejarse de la política porque es el modo de pensar mejor.
¿Qué conclusiones sacamos de todo este mosaico? Si nos pusiéramos freudianos deberíamos recordar otra efeméride, la de ser golpeado con cinco años por no hablar en cristiano. La infancia marca y el hecho podría resumir ciertas inquinas y rechazos, pero si volvemos a la realidad palpable basta rebuscar un poco. Su hija Mònica Margarit es directora de la Princesa de Girona, y sería interesante ahondar en las reflexiones de su padre tras los cortes en la Diagonal por 4.000 CDR y derivados durante la concesión de los Premios de esta entendida el pasado 5 de noviembre.
Margarit fue un gran especialista en fundamentos y consolidó a la perfección los del monumento a Colón y los de los pabellones del modernista Hospital de Sant Pau. En esta especialidad hay una síntesis de cierto ideario pese a las borrascas impresas en el papel. Su concepción estriba en una cultura sin adornos, se implica y en su formato equidistante, desde luego no coincidente con el rechazo diáfano a los dos extremismos, es una figura muy simbólica por la posibilidad de unir a dos hemisferios enfrentados desde el poder. Su discurso en Sant Jordi puede ser una magnífica bomba de relojería.
Fuente: El Confidencial