La problemática haitiana 2 de 5
La Cuartilla
Néstor Medrano
República Dominicana tiene ante sí el reto de vislumbrar a corto y mediano plazos fórmulas y estrategias para defenderse del futuro que se cierne, por obligación gravitacional, de acontecimientos que amenazan la estabilidad de Haití.
Todos sabemos el daño ecológico provocado por décadas de depredación de los recursos naturales, la tala indiscriminada que ha prohijado una desertificación que amenaza no solo la vida de los haitianos en su país, sino la nuestra.
Todos sabemos que el régimen de salud y sanitario de Haití está colapsado desde antes del terrible terremoto que estremeció en 2010 y que agudizó todos los problemas estructurales de un país históricamente golpeado no solo por los fenómenos naturales sino por la gula de gobiernos que arrasaron sus recursos económicos y que nunca se interesaron más que por engrosar los bolsillos del 1% de las familias, sus elites políticas.
Las amenazas ya han sido advertidas y esta vez se han levantado las voces sobre el agotamiento del recurso agua. En Haití no existe agua potable apta para el consumo humano, deben consumir aguas contaminadas y de ahí la alta incidencia de epidemias y muertes por infecciones.
Lo que se presenta sobre el panorama más optimista de Haití en un futuro cercano no es auspicioso, ni siquiera en planos supuestos en la actual coyuntura.
No hay que irse al tremendismo ni a gritos apocalípticos de un país arruinado por la insalubridad, los elevados niveles de desempleo, la inexistencia de institucionalidad, la crisis política permanente, lo que se debe hacer es convocar a esa llamada comunidad internacional, empeñada en brillar con discursos altisonantes y en dirigir proclamas estériles a crear las fórmulas urgentes de contención para evitar el total colapso de ese país.
Los organismos multilaterales, laa entidades de corte financiero y de salud, estadísticas, población y medio ambiente, saben cuál es el problema, poseen modelos de desarrollo, capacidad logística y de fuerza tecnológica para evitar ese colapso.
Haití debe ser socorrido. Esa comunidad internacional sabe que es un asunto de dinero. Esos planes de contingencia conllevan incuantificables inversiones en dólares y euros que deben destinarse antes de cualquier otro evento coyuntural. Pero por supuesto, no pueden ponerse esos recursos en manos del pillaje expresado en múltiples rostros incluidas ONGs, cuyos representantes se han enriquecido al calor del hambre de los haitianos.
República Dominicana no puede cargar con el costo de esa carga. A lo más que podemos llegar es a desarrollar medidas para impedir el daño ecológico, que se fortalezcan las acciones para proteger la preservación del recurso agua, la sanidad de las cuencas hidrográficas y la protección del medio ambiente.
República Dominicana estará ahí para ser un país solidario, recordando las limitaciones y las arduas batallas que deben ser libradas para fortalecer los logros alcanzados en muchas materias que ya son atendidas.
La comunidad internacional debe exigir al gobierno de Haití asumir un compromiso mayor con el propósito de evitar esa muerte en poco tiempo de su composición como país, cambiar la condición de país inviable por un país con instituciones fuertes.
Las soluciones son conocidas por todas esas instituciones mundiales que han enfrentado con maniqueísmo y poca seriedad la situación de una nación cuyo pueblo no es culpable de tantas desgracias, son naciones corresponsables del destino de Haití. Es hora de que levanten en sus brazos el cuerpo agonizante de ese país, con profunda fe y amor en su futuro.
El autor es periodista y escribor
@nestormedrano