Llega la COP 26: cuatro claves para calibrar el éxito de la cumbre del clima
Reducir las emisiones de carbono, abandonar el uso de carbón como fuente de energía o aumentar la financiación de medidas verdes, sobre la mesa.
Todos los ojos están puestos sobre Glasgow. Allí se celebra, hasta el próximo 12 de noviembre, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático COP26.
Representantes de casi todos los países del mundo tienen la misión de hacer que sus políticas de sostenibilidad acerquen los resultados, de forma real, a los objetivos pactados en el Acuerdo de París con una hoja de ruta clara: evitar que el aumento de las temperaturas se dispare y trazar el camino hacia el fin de los combustibles fósiles.
Son retos difíciles, sobre todo teniendo en cuenta que ni China ni Rusia han querido sumarse. Y que, pese a que las medidas para contener la pandemia derivaron en una reducción de las emisiones en 2020, este recorte solo ha sido del 7%, según estima la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y la realidad es que parece más cerca un calentamiento global de más de 3 grados centígrados que la meta de 1,5 grados de media a la que los firmantes se comprometieron en 2015.
«Creo que no se van a tomar acuerdos realmente decididos en esta cumbre», afirma Juan Carlos Gázquez Abad, profesor colaborador de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Este experto considera que, se seguirá avanzando en «una línea lenta que permita a los ciudadanos y a la sociedad creer que los países han tomado una dirección para reducir las emisiones de gases invernadero, pero que, a la vez, siga proporcionando margen de maniobra» para que estos países no vean afectado el crecimiento de sus economías de forma significativa.
En este contexto, ¿se puede esperar algún avance real en esta COP26? Gázquez Abad lo tiene claro: «Si se logra acelerar el ritmo actual de medidas para luchar contra el cambio climático, será un éxito. Pero hablamos de una aceleración, no de un movimiento más radical (que es lo que haría falta realmente)».
A su vez, desde la gestora de activos Schroders apuntan que «el éxito de la COP26» dependerá de la capacidad de «cooperar a nivel internacional», aunque al mismo tiempo reconocen que «desafortunadamente, es difícil evitar la idea de que el Acuerdo de París está muy lejos de su objetivo».
Así las cosas, desde ING señalan las cuestiones que se plantean como esenciales de cara a esta conferencia internacional. Los economistas Samuel Abettan y Gerben Hieminga firman un informe en el que se pone el foco sobre cuatro preguntas:
¿ALINEARÁN LOS GOBIERNOS SUS POLÍTICAS DE REDUCCIÓN DE EMISIONES CON CARBONO CERO?
La neutralidad de carbono, según el Parlamento Europeo, se alcanza cuando se emite la misma cantidad de CO2 a la atmósfera de la que se retira, lo que deja un balance cero también denominado huella de carbono cero.
Según recuerda este informe, la ONU ya ha advertido de que los planes presentados por EEUU, la Unión Europea, Reino Unido y otro centenar de países más, «siguen siendo inadecuadas» y aunque se apliquen, «darían como resultado un aumento del 16% en las emisiones para 2030 en comparación con 2010». Y lo que debería suceder, en cambio, es que tendrían que reducirse en aproximadamente el 45% en este período para «tener alguna posibilidad de no superar los 1,5 grados centígrados de calentamiento global».
«Así que la cuestión número uno a vigilar en la COP26 es hasta qué punto los países refuerzan sus políticas de mitigación de emisiones», subrayan los analistas de la entidad naranja.
En este punto, el economista jefe de Schroders, Keith Wade, aporta más datos. En el mejor de los casos, en el que se llegasen a aplicar todas las contribuciones determinadas a nivel nacional (NDCs, por sus siglas en inglés), las emisiones totales anuales de gases de efecto invernadero se estabilizarían en 53 gigatoneladas de CO2 equivalente (GtCO2e) en 2030. Para llgar a ese límite de 1,5 grados, habría que rebajar las emisiones futuras a 25 GtCO2e anuales en 2030, lo que supone una diferencia de 28 GtCO2e respecto a los compromisos actuales.
«En otras palabras, tenemos que reducir nuestras emisiones entre una cuarta parte y la mitad para el final de la década. Y, por supuesto, esto es sólo el principio, ya que habría que seguir avanzando para alcanzar el cero neto en 2050», plantea.
¿HARÁN LOS GOBIERNOS QUE SUS POLÍTICAS DE RECUPERACIÓN POST COVID SEAN VERDES POR FIN?
Los economistas de ING contrastan el gasto que se ha realizado a escala global para contener la expansión de la pandemia y sostener sus economías, afirmando que es un volumen que «no tiene precedentes» para los países miembros del G20, con el porcentaje destinado a acciones verdes.
«Actualmente suma en torno a 16 billones de dólares, contando los esquemas de apoyo fiscal para hogares y empresas y planes de recuperación», señalan y aducen que, sin embargo, hasta ahora se ha desperdiciado la «ventana de oportunidad» para utilizar estas medidas de recuperación en la reducción de las emisiones.
Se ha desperdiciado la «ventana de oportunidad» para utilizar estas medidas de recuperación en reducir las emisiones
Por ello, añaden, «el segundo punto a vigilar será si los compromisos alcanzados para mitigar las emisiones van seguidos de planes globales para una recuperación sostenible».
¿PRESENTARÁN CHINA E INDIA ALGÚN COMPROMISO CREÍBLE PARA ELIMINAR EL CARBÓN?
Los expertos consideran que se han realizado esfuerzos referentes a la supresión del uso de carbón, pero son insuficientes para que se pueda materializar un acuerdo en la COP26. Según indican, este mineral es «todavía la mayor fuente de energía eléctrica mundial (35% del mix global, según la IEA). Y es la mayor causa de gases de efecto invernadero, al ser responsable del 39% de emisiones CO2».
Siete países, entre los que destacan Francia, Reino Unido, Alemania y Chile, han manifestado su compromiso a eliminar el carbón, mientras que otros como Dinamarca o Costa Rica están impulsando una iniciativa diplomática que favorezca la supresión de todas las fuentes de energía fósil, más allá del carbón.
Sin embargo, ni China ni India han dado pasos en esta dirección. Y teniendo en cuenta que China es el principal consumidor de carbón y que las previsiones de crecimiento para India estiman que se convierta en 2050 en la tercera economía del mundo, supone un condicionante de importancia. «Por tanto, una tercera cuestión decisiva a vigilar es en qué medida los países reclaman de forma creíble la reducción del uso de carbón».
En este sentido, el profesor de la UOC considera que «el papel que tanto China como India juegan (y, sobre todo, van a jugar) en la economía mundial puede influir mucho en los acuerdos que vayan a tomarse en la COP26». Juan Carlos Gázquez Abad opina que la «ambición» de China de mantener su posición «y si es posible, desbancar a EEUU como primera economía mundial» y de India de alcanzar ese podio lo antes posible, «es de esperar que ambos países luchen por alcanzar acuerdos lo menos restrictivos posibles». Es decir, mostrarían una postura incompatible con la posición europea, «que pide más ambición y más compromisos ante previsiones de crecimiento menos exageradas que las de los dos países».
¿IMPLEMENTARÁN LOS GOBIERNOS MERCADOS DE EMISIONES E INCREMENTARÁN EL PRESUPUESTO PARA EL CLIMA?
La capacadidad de financiación es otro de los puntos calientes para Abettan e Hieminga, que recuerdan que los países desarrollados prometieron movilizar hasta 100.000 millones de dólares anuales a 2020 para ayudar a los países en vías de desarrollo y emergentes a afrontar los efectos del cambio climático. «Sin embargo, ese objetivo no solo no se ha alcanzado, sino que que en 2019 se quedó 20.000 millones por debajo», indican, citando un estudio de la OCDE.
A esto se suma la posibilidad, planteada en el artículo 6 del Acuerdo de París, de que los países puedan compensar e incluso neutralizar su huella de carbono a través de distintas herramientas, entre las que figura el uso de sistemas de comercio de derechos de emisión, como el mercado europeo de carbono y mercados voluntarios (VCM, por sus siglas en inglés). «Si se hace bien, ambos tienen el potencial de reducir el coste financiero» de los acuerdos alcanzados en 2015, subrayan los economistas de ING, además de «acelerar el ritmo de la transición energética».
De forma global, los mercados de CO2 cubren alrededor del 16% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero, pero el camino para ponerlos en marcha es «complejo», detallan en el análisis. Es por ello que consideran el cuarto tema a vigilar en esta cumbre del clima «en qué medida los negociadores hacen progresos en la implementación de mercados de carbono y definen guías prácticas para los VCM».
Fuente: Sport.es
Autora: María Refojos