Los cambios que sufre un ser humano si pasa un año en el espacio
La NASA acaba de publicar el primer estudio que analiza en detalle los efectos en el cuerpo de una larga estadía en el cosmos
La semana pasada se produjo uno de los eventos científicos más importantes de los últimos tiempos: se logró fotografiar un agujero negro localizado en el centro de la galaxia Messier 87, a 55 millones de años luz de la Tierra.
Motivados por ese hecho científico sin precedentes, mucha gente, entre ellos este columnista, buscamos películas que tengan que ver con agujeros negros. Una de ellas, “Interestelar”, relata la aventura de un grupo de astronautas que viajan a planetas de otra galaxia a través de un agujero de gusano o puente de Einstein-Rosen. Una vez allí, uno de los astronautas logra pasar el horizonte de un agujero negro. No diré más para no arruinarle la película.
El hecho es que –al ver ese tipo de largometrajes– mucha gente debe preguntarse cuál es el efecto que tiene sobre la salud de los seres humanos permanencias tan largas en el espacio. Pues en un gran salto de la ciencia ficción a la realidad, la semana pasada se publicó en la revista “Science” el primer estudio científico que analiza en detalle los cambios que sufre un organismo humano luego de permanecer casi un año en el espacio. Haremos un resumen de esta investigación.
–El estudio de gemelos–
Los hermanos Mark y Scott Kelly son astronautas norteamericanos y son gemelos idénticos; es decir, tienen el mismo genoma. Scott fue escogido –junto al astronauta ruso Mikhail Kornienko– para viajar a la Estación Espacial Internacional (EEI) el 25 de marzo del 2015. El 1 de marzo del 2016 –340 días después–, Scott regresó a la Tierra.
Lo interesante es que antes del viaje se programó el Estudio de Gemelos de la NASA, mediante el cual, ambos hermanos iban a hacerse los mismos exámenes diariamente: Mark en la Tierra y Scott en el espacio. Centenares de muestras de sangre, saliva, orina y heces, así como resultados de pruebas de memoria, concentración mental, electrocardiogramas, registro de horas de sueño, entre otros, fueron recolectados durante los 340 días, y siguen recolectándose hasta la actualidad.
La oportunidad de poder estudiar nuevamente a gemelos idénticos, uno en el espacio y el otro en la Tierra, probablemente sea muy difícil en el futuro. Gracias a 10 investigaciones individuales apoyadas por 84 investigadores, hechas en 12 universidades de 8 estados, el Estudio de Gemelos nos ha dado la oportunidad de evaluar la respuesta del ser humano a un vuelo espacial. Muchos de los cambios han sido pasajeros, otros –incluyendo algunos cambios genéticos y de función mental– parecen ser permanentes.
–Los telómeros–
Los telómeros son estructuras localizadas en los extremos de los cromosomas y se ha observado que disminuyen de tamaño a medida que el ser humano envejece. Sorpresivamente los telómeros de Scott Kelly se fueron alargando con su permanencia en el espacio, lo cual daría la impresión de que vivir en este lugar podría tener un efecto rejuvenecedor. No tan rápido, dicen los expertos, esto no indicaría decir que los telómeros existentes se alargaron, sino que hay un mayor número de células jóvenes a partir del despertar de células madre en el organismo.
En todo caso –coinciden los especialistas– hacen falta más estudios al respecto. Misteriosamente, los telómeros regresaron a la normalidad en los cromosomas de Scott solo 48 horas después del regreso, habiéndose encontrado incluso algunas células con telómeros más cortos.
–Genética e inmunología–
Miles de genes que permanecieron inactivos en el genoma de Mark, en la Tierra, se activaron en el genoma de Scott en el espacio, comprobándose que el 91,3% de los genes activados volvieron a la línea de base dentro de los seis meses posteriores al regreso.
La mayoría de los genes activados fueron aquellos que tienen que ver con la reparación del propio genoma.
Se especula que al estar sujeto a una irradiación 48 veces mayor que en la Tierra, era de esperar que el sistema de reparación genética de Scott haya sido más activo. Del mismo modo, los cambios epigenéticos observados en el genoma de Scott no fueron mayores que los observados en el de Mark. Cambios epigenéticos son aquellos que, ocurriendo en el genoma, no cambian el ADN; no son hereditarios y están relacionados al medio ambiente.
Además de activar los genes de reparación del genoma, también se activaron los genes que tienen que ver con la respuesta del sistema de defensa. Los investigadores especulan que esos cambios son similares a los observados en situaciones de estrés en la Tierra, situación que sin duda afectó mucho la permanencia de Scott en el espacio, sobre todo durante su viaje de retorno.
También se observó que la vacuna contra la gripe administrada a Scott en el espacio funcionó exactamente igual a la que recibió Mark en la Tierra. Por otro lado, se documentó que la proliferación de algunas especies de bacterias en el intestino grueso de Scott desapareció al regresar a tierra firme.
–Cambios permanentes–
Algunos parámetros de Scott no retornaron a lo normal; por ejemplo, 8,7% de sus genes permanecieron mutados, y más preocupante, su rapidez mental y pruebas de memoria fueron menores que antes de ir al espacio.
En su libro “Endurance” (“Resistencia”) –publicado en el 2017–, Scott cuenta que a su regreso desarrolló múltiples dolores en el cuerpo y le costó mucho recuperar el sueño, se despertaba frecuentemente en la noche angustiado por sentirse atrapado en arenas movedizas.
Obviamente, la romántica versión que nos da Hollywood sobre la vida de los astronautas está muy lejos de la realidad. La ciencia nos muestra que la vida en el espacio causa muy serios cambios en la biología del ser humano.
Fuente: El Comercio