¿Misil o diplomacia?
Manuel Díaz Aponte
El peor castigo que puede recibir la humanidad tan golpeada por la pandemia del coronavirus y sus variantes, es otro conflicto armado que, eventualmente, podría desencadenar la tercera guerra mundial.
Muchos países, entre ellos, República Dominicana, están pagando las consecuencias de la subida de los precios internacionales del petróleo ante las posibilidades de una guerra entre Rusia y Ucrania.
Como siempre ocurre, las naciones subdesarrolladas pagan las consecuencias de esos pleitos entre las grandes potencias a quienes no les faltan recursos económicos para afrontar cualquier impacto negativo en sus economías.
Si los propios organismos internacionales advierten que las economías de las naciones más empobrecidas seguirán estancadas durante décadas por causa de la pandemia, imaginémonos si surge una guerra de dimensión continental.
Desde ese punto de vista, la nota diplomática del Gobierno que encabeza el presidente Luis Abinader al solicitar a las potencias evitar una guerra, es oportuna e inteligente.
“En consonancia con nuestra tradicional vocación de respeto al derecho internacional público y la búsqueda de soluciones pacíficas a las controversias, el Gobierno dominicano hace un llamado a nuestros aliados y amigos de Europa y las Américas, sobre todo a Estados Unidos y Rusia, a bajar la tensión, a replegar de inmediato los activos militares en la zona en cuestión y a buscar una salida pacífica a esta crisis, que respete la integridad territorial y la seguridad de todos los países, en especial de Ucrania”, dice la documentación suscrita por el ministro de Relaciones Exteriores, Roberto Álvarez Gil.
El texto, recuerda, además, que más de dos años de pandemia por el Covid-19 han dejado millones de muertes y sufrimiento incalculable, trastocando las cadenas de suministro global, generando inflación, desabastecimiento y pobreza.
“Esta crisis se suma a la emergencia climática y la disrupción generada por la Cuarta Revolución Industrial, que desde años ya vienen impactando el orden internacional”, añade.
Intereses Geopolíticos
Los intereses geopolíticos y estratégicos dominan un escenario caracterizado por el poderío armamentista, donde la balanza de fuerza luce muy pareja y en el cual nadie se atrevería a subestimar la capacidad de respuesta del enemigo.
El poder absolutista que exhibió la OTAN y aliados por años, hoy tiene de frente al poderosísimo bloque que encabezan China y Rusia, incluido, además, sus aliados Irán y Corea del Norte.
Los países Occidentales liderado por Estados Unidos de Norteamérica deben lidiar fino, bajo la sombrilla de la diplomacia, como lo vienen sugiriendo Francia y Alemania, dos potencias europeas y prominentes integrantes de la OTAN.
Es oportuna y válida también, la postura asumida por el presidente francés, Emmanuel Macron, al servir de mediador en su conversación telefónica con el presidente de EE.UU., Joe Biden previo a su encuentro con el líder y presidente de la Federación de Rusia, Vladimir Putin, buscando una salida diplomática al impasse entre Rusia y Ucrania.
Si finalmente, los rusos deciden invadir el territorio ucraniano alegando el bloqueo armamentista que ha montado la OTAN próximo a la frontera de Rusia, las consecuencias podrían serían devastadoras.
Algunos pronostican una guerra rápida y rasante por parte de la poderosísima estructura militar rusa. Pero, igualmente habría que ver entonces, ¿cuál será la reacción de EE.UU. y aliados?
¿Inminente confrontación?
Es tan peligroso el nivel de tensión entre los rusos y ucranianos actualmente, que el propio ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Ryabkov, lo comparó con la crisis de los misiles cubanos de 1962, “el histórico enfrentamiento de 13 días entre Estados Unidos y la Unión Soviética que algunos consideran como la confrontación más peligrosa en la historia de la humanidad”, destaca una reseña del diario BBC Mundo, Londres.
El poder armamentista no debe imponerse a la cordura, inteligencia y racionalidad humana porque ya nadie tiene la capacidad para ser el policía del mundo.
Los nueve países que usan armas nucleares o de destrucción masiva son Estados Unidos, China, Rusia, Reino Unido, Francia, India, Israel, Pakistán y Corea del Norte.
En 2020, mientras la pandemia causaba estragos en el mundo, esas naciones aumentaron en 1.400 millones de dólares el gasto armamentista.
Según la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (Ican), «mientras las camas de los hospitales se llenaban de pacientes, nueve países descubrieron que tenían más de 72.000 millones de dólares a mano (más de 259 billones de pesos) para armas de destrucción masiva».
Precisa también, que Estados Unidos gastó más de la mitad del importe total, unos 37.400 millones de dólares, cifras suficientes para resolver los problemas económicos en todo el Continente Americano.
China, se estima, que gastó unos 10.000 millones de dólares y Rusia, 8.000 millones.
Esos datos reflejan con claridad que la problemática del hambre en este planeta, así como de las desigualdades sociales, educacionales, productivas y de falta de trabajo no es por falta de dinero, es sencillamente por la actitud de las potencias mundiales de priorizar su agenda en la acumulación de armas por encima del bienestar humano.
Son realidades que dan ganas de llorar y representan una vergüenza ante los extraordinarios avances científicos y tecnológicos creados por el hombre.
Enfermedades como el VIH, la diabetes y el cáncer debieron ya ser erradicadas si esos cuantiosos recursos económicos fueran dirigidos a la protección de la humanidad.
¡Por Dios!, hasta cuando perdurará la incoherencia y deshumanización entre el liderazgo mundial.
El autor es periodista y profesor de comunicación.