Pablo Milanés, trovador cubano del idealismo y el romanticismo, nos deja Para Vivir, Yolanda y El breve espacio que no estás
El cantautor, fundador de la Nueva Trova Cubana, junto a Silvio Rodríguez y Noel Nicola, nacido en Bayamo en 1943, había sido hospitalizado el 12 de noviembre en Madrid. Falleció a los 79 años.
Pablo Milanés, cantautor cubano, clásico de la Nueva Trova y figura carismática de la cultura de la Revolución Cubana ha muerto en Madrid a los 79 años para convertirse desde ya en una leyenda del siglo XX, un personaje romántico asociado a la melodía de su canción más famosa. Yolanda, por supuesto, fue una historia real que sintetiza todos los idealismos de una época: él, Pablo, era un músico nato, un cantante carente de formación, grande y tosco a la vez que delicado, un buen chico de la nueva Cuba que guardaba en secreto algunas imágenes que eran como presagios del desastre que esperaba a la isla.
Ella, Yolanda, era la nieta rubia de emigrantes franceses, sofisticada profesional del cine, segura de sí misma, aparentemente candorosa pero resuelta ante la realidad. Yolanda y Pablo fueron pareja durante seis años y dejaron su estampa en forma de trova. Se separaron pero se convirtieron en una pareja modélica de ex cónyuges. Su hija Suylén Milanés Benet siguió los pasos de su padre en la música.
Esa, más o menos sería la manera de explica emocionalmente la figura del cantautor cubano, nacido en Bayamo en 1945. Un acercamiento más científico consistiría en explicar que Milanés cayó en el momento justo, en el lugar apropiado. La llegada de Fidel Castro en La Habana lo pilló en la adolescencia. En los siguientes años, la nueva Cuba se construyó una fachada cultural que tenía que ser enraizada en la cultura popular a la vez que seductora ante el mundo.
En eso consistía la nueva trova, el movimiento del que Milanés fue protagonista desde su primer disco, de 1965: en tomar la canción cubana y darle el aire contemporáneo de la canción de autor, del jazz latino y de optimismo socialista que era propio del momento. Silvio Rodríguez fue su colega más destacado, el amigo que compartía cada composición con él.
¿Fueron Milanés y Silvio cooptados por el Gobierno de Castro? ¿Fueron propulsados por la oficialidad o fue aquel proceso espontáneo? El cantautor fallecido este martes no era ingenuo. Había hecho el servicio militar en un campamento de castigo contra homosexuales y excéntricos y sabía el potencial oscuro de la nueva Cuba. Pero la espuma de los días era irresistible. «Yo soy revolucionario, ellos no», dijo Milanés, al cabo de los años, para explicar su relación de tensión permanente con el castrismo.
“Soy un abanderado de la revolución, no del Gobierno. Si la revolución se traba, se vuelve ortodoxa, reaccionaria, contraria a las ideas que la originaron, y uno tiene que luchar”, dijo en los años noventa. Luego vinieron las canciones más dolorosas de su repertorio, entre ellas, Días de gloria (“Vivo con fantasmas / Que alimentan sueños y falsas promesas / Que no me devuelven / Los días de gloria que tuve una vez”); Éxodo (“¿Dónde están los amigos que tuve ayer? ¿Qué les pasó? ¿Qué sucedió? ¿A dónde fueron? Qué triste estoy”) o La libertad (“A qué seguir respirando / Si no estás tú, libertad”).
El artista musicalizó de muy joven los versos de Nicolás Guillén y José Martí (nada menos) y fue pilar y fundador destacado del movimiento de la Nueva Trova cubana, que deslumbró al mundo en los setenta, y en el que no le gustaba que lo encasillaran, pues su sensibilidad y su obra iban mucho más allá. También fue el cultivador brillante del filin (de feeling, sentimiento), del bolero y de la música tradicional cubana, el que primero rescató del olvido a viejos trovadores, como Compay Segundo, y sirvió de puente en su país entre generaciones y estilos, reconocido por su talento como uno de los grandes cantautores en lengua española.
También causaron impacto en su momento canciones políticas como Yo pisaré las calles nuevamente, La vida no vale nada, o Yo me quedo.
Hospitalización y últimos conciertos
Milanés había sido hospitalizado el 12 de noviembre en Madrid por «los efectos de una serie de infecciones recurrentes que en los últimos tres meses han venido afectando a su estado de salud», según un comunicado de entonces de su oficina artística. A partir de ese momento suspendió varias actuaciones que tenía previstas en Pamplona (España), Ciudad de México y Santo Domingo.
El cantante ofreció a mediados de 2022 su último concierto en La Habana. Tras cerca de tres años sin cantar en su tierra, blanco en canas y con problemas de locomoción, Pablo Milanés conservaba la luz de sus ojos miopes, la sonrisa afable y la fuerza de su voz. Atrás había quedado el joven delgado de peinado afro al estilo de Angela Davis, que transitó del Feeling a la canción política. Entró en la música cubana, sentando cátedra, a inicios de los años 60 con «Mis 22 años» (1965).
Acreedor de dos Grammy Latinos por mejor álbum de cantautor (2006) y excelencia musical (2015), su voz era «cancionera, de patio, serenata y jardín, pero también de plaza fuerte y solidaria, voz de isla infinita y tierra firme (…) dulce y a la vez poderosa», dijo a AFP José María Vitier, pianista, compositor y su colaborador cercano.
Durante su carrera artística grabó decenas de discos, musicalizó películas y a poetas como César Vallejo, Nicolás Guillen y José Martí. En 1985, Joan Manuel Serrat, Ana Belén, Luis Eduardo Aute, Silvio Rodríguez y otros, le rinden un homenaje en el álbum Querido Pablo.
Belleza de su Voz
La belleza de su voz privilegiada y su don para la interpretación, que le permitía llegar a registros donde la mayoría no alcanzaba, unida a su forma poética de decir, de aparente sencillez, pero cargada de una profunda sensibilidad que tocaba el alma con independencia del motivo que lo inspirase, marcaron a generaciones de cubanos y latinoamericanos. Su música tuvo también fuerte arraigo en España, donde era bien conocido, y hasta en el pueblo más recóndito donde se presentara, jóvenes, medios tiempos y mayores se sabían sus letras. Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Luis Eduardo Aute, Ana Belén o Víctor Manuel son algunos de los artistas españoles que grabaron sus canciones y colaboraron con él. En su continente, figuras como Chico Buarque, Gal Costa, Armando Manzanero, Mercedes Sosa, Fito Páez, o salseros como Andy Montañez o Gilberto Santa Rosa, entre muchos otros, estaban entre sus devotos e hicieron lo propio.
Fuente: El País y El Mundo