Que no se repita jamás! Lo sagrado es sagrado
Por Leonor Asilis
Rincón Digital
Lamento profundamente el desacierto acontecido en la Iglesia Santa Bárbara al permitir que dentro de su templo se realizara un desfile de moda, aunque haya sido para una buena causa.
A Dios lo que es de Dios.
La iglesia es para encontrarnos con Dios, no con la banalidad y la moda.
Hay muchos lugares preciosos, tanto en la zona Colonial, como fuera de ella para realizar eventos de este tipo. El hecho de haberlo realizado allí precisamente donde fue bautizado nuestro padre de la patria Juan Pablo Duarte, constituye una herida espiritual, primero para Dios y luego para su pueblo que allí se reúne para buscarle y adorarle.
Que yo sepa aún se realizan sacramentos en ese templo. Hace apenas unos meses vi en el periódico la celebración de una boda.
Como decimos en Dominicana, «ya el palo está dado» lo que pretendo con estas líneas es un llamado de atención para que este tipo de error no se cometa nuevamente.
El fin no justifica los medios.
Como seres humanos que somos pienso que sería justo y necesario una disculpa pública de los responsables y hacer una misa en desagravio por tal acción.
Conscientes o inconscientes, abogo por esto último pues se llegó a una profanación de uno de los templos históricos más sagrados de Santo Domingo, un total irrespeto a la cristiandad.
Los eventos pro fondos de causas nobles son buenos, y sé que este era uno de esos, pero cada cosa en su sitio, y definitivamente, ese jamás será para desfiles, y mucho menos con vestidos inadecuados para la etiqueta de un templo.
Recordemos que la única ocasión en la vida llena de mansedumbre de Jesús en que se molestó como nunca antes, fue por los mercaderes que violentaron el templo usándolo para la venta de sus mercancías, irrespetando así la santidad del mismo.
No soy ni seré nunca sacerdote ni obispo pero jamás dejaré de ser hija De Dios, y como bautizada sé reconocer también la voz del Espíritu Santo que me inspira a escribir estas líneas, porque de no hacerlo se me imputaría como pecado de omisión.
El hecho de que se haya restaurado y embellecido, por cierto, con los recursos del Estado, que son los del pueblo, no le dan autoridad para que se utilice a otros fines para lo cual fue creado el templo.
Es de sabios rectificar. Confiamos que así se hará.
«Quien tenga oídos para oír que oiga».