San Juan Pablo II y los misterios luminosos
Por Leonor Asilis
Rincón Digital
Al momento de escribir estas líneas la Iglesia celebra su fiesta:
San Juan Pablo II.
En otras ocasiones he escrito de su vida. Hoy lo hago de sus misterios luminosos. Recuerden que fue precisamente durante su Pontificado que fueron agregados al Santo Rosario.
Antes de abundar sobre estos quiero puntualizar que nuestro inolvidable Papa era muy mariano, tanto así que escogió para el lema de su escudo pontificio las palabras: Totus Tous, en honor a Ella, María, Madre nuestra.
Desconozco el génesis íntimo de como sintió el llamado de incluirlos, sin embargo al meditar sobre éstos, veo claro lo siguiente: nos preparaba para el momento en que vivimos. Fijémonos que el primer misterio gira entorno al bautismo de Jesús y con El, en el nuestro. Estamos llamados a tomar consciencia de la gran importancia que tenemos en la iglesia porque con su sello, no sólo somos incorporados sino llamados a ser militantes dentro de la misma.
Evoco en este misterio las palabras de mi comunidad cursillista cuando recibimos su llamado: «Cristo cuenta contigo», al cual respondemos, «y yo con su gracia». Un detalle adicional que seguiremos observando en cada uno de los misterios siguientes es que esta gracias vienen directamente lo alto, del Padre.
Segundo misterio: el primer milagro en las Bodas de Cana. No era el tiempo de la revelación de Jesús el Salvador, y Ella interviene. Había carencia y vergüenza.
Ante el reclamo insistente maternal Jesús pidió al Padre, y se hizo la conversión del agua en vino, y con ésta, se dio paso a la abundancia y admiración.
Y es que, en este misterio, se nos invita a acudir a la Madre cuando hay problemas. Disculpen, rectifico: es Ella quien como buena madre advierte cuando estamos en dificultades y dirige su apelación insistente al que todo lo puede. Hoy María nos recuerda que debemos orar más y con ella a través del rezo del Rosario y contemplación de los misterios en la vida de Jesús abogará por nosotros en nuestras necesidades. Vale destacar no sólo el final de la pandemia sino el que nos alejemos del pecado.
Imprescindible el tener la gracia de conocimiento y la sabiduría de reconocer que cosas ofenden a Dios en un mundo donde el relativismo pulsa para entronarse y donde la falta de orientación de quienes están llamados a darla se hace pan de cada día, pero sobretodo el don de fortaleza para no caer en él y si caemos el poder levantarnos.
Asimismo, el poder escuchar en nuestra oración la voz de Dios y hacer lo que nos mande, como muy bien indicó María a los sirvientes en las bodas.
Así llegamos al tercer misterio luminoso, también un don que nos llega de lo alto, la venida del Espíritu Santo.
Sin su asistencia, no podríamos decir que Jesús es el Señor, no sólo de palabras, sino con lo que realmente importa, nuestro testimonio de vida.
No olvidemos la advertencia que nos hizo Jesús cuando dijo que no todo el que diga Señor Señor entrará en el reino de los cielos sino aquél que cumple la voluntad de Dios.
Cuarto misterio luminoso, la transfiguración de Jesús en el monte Tabor:
Cuando orando rayos del cielo le iluminan mientras le hacen compañía los profetas Moisés y Elías ante la admiración de sus tres apóstoles más cercanos, Pedro, Santiago y Juan, y de nuevo y de lo alto la voz contundente del Padre reconociéndolo con su divina voz, Hijo como lo hiciese en ocasión de su bautizo.
Este misterio nos invita a orar profundamente y a dejarnos envolver de la presencia divina que es la única que puede transformarnos por su gracia.
Por último y no menos importante, el quinto misterio luminoso, La Eucaristía: Sacramento excelso que igualmente nos llega de lo alto, de la presencia viva de Jesús en cuerpo y sangre para alimentarnos de El y hacerse uno con nosotros, vivificándonos en su amor y sosteniéndonos por su gracia.
Termino esta reflexión dando un dato de este gran Santo y amor especial a nuestro pueblo dominicano, pues nos visitó en tres ocasiones, siendo la primera vez, el primer país que visitó una vez fue electo Papa. Su última gran lección: “Acercarnos a la Eucaristía, habiendo declarado el 2005, Eucarístico”.