Siguiendo a la Estrella
Leonor María Asilis E.
Rincón Digital
Iniciamos el 2020 y es oportuno imitar el ejemplo de los sabios de oriente.
El próximo 6 de enero, la Iglesia celebrara la Epifanía del Señor. (Día de los Reyes). Detengámonos a meditar en esa importante peregrinación donde aconteció la Epifanía del Señor, su primera manifestación.
En ella, los Reyes de Oriente jugaron un papel estelar, y sin saber que usaría dicha palabra, (estelar) precisamente la estrella fue co-protagonista de este gran acontecimiento. Digo esto porque estos Reyes, quienes eran personas muy serias y estudiosas de la Palabra de Dios, sabían que una especial Estrella indicaría el camino donde se produciría el nacimiento del Salvador del mundo.
Así fue, tan pronto como la divisaron en el firmamento lo dejaron todo (país, negocios, parientes…) y la siguieron; es interesante saber, que como decía el Padre, en ocasiones la estrella desaparecía, lo que producía en el interior de los reyes, tristeza, desánimo y temores, y con estos sentimientos surgía la tentación de abandonar el camino y regresar a sus vidas.
Sin embargo, estos valientes hombres optaron por continuar el camino, sabiendo que sí habían visto la estrella y que en algún momento encontrarían al Divino Niño.
La Palabra nos cuenta, que en efecto, mientras se acercaban al Lugar Santo del Nacimiento, reapareció la estrella y con ella la gran alegría de llegar a la ansiada meta. A nosotros, nos decía el Padre, nos puede pasar como a los Reyes, sabiendo que nuestra estrella es Jesús, y tan pronto la divisemos se nos hará fácil dejarlo todo para seguirla pues nos llevará a la Casa del Padre y que aunque en todo momento está con nosotros, no debemos abandonar su camino, a pesar de que a veces se nos oculte (son estas las ocasiones donde nos asaltan las dificultades, sombras y sufrimientos); sobrepongámonos en esos momentos a la tentación de dejar el camino y continuemos, perseveremos como lo hicieron los Reyes dos mil años atrás, porque en algún momento reaparecerá con gran esplendor trayéndonos el indescriptible gozo del Espíritu hasta que lleguemos finalmente a la Casa del Padre.