Últimos días en La Habana, amistad y denuncia inteligente, en una historia nimia
Una actriz secundaria, con 16 años, se roba la estelaridad de Últimos Días en La Habana. Denuncia fina e inteligente que cuestiona, sin que se advierta como tal, a Cuba desde Cuba
José Rafael Sosa
Especial para Aplatanao News
Últimos días en La Habana ha ratificado con creces la experiencia y trayectoria de una marca fílmica que, como la cubana, tiene prestigio propio y claramente diferenciado. Exquisita, sorprendente y crítica, la producción ratifica la fe en el cine hecho desde el ámbito socialista caribeño.
Sin panfleto ni renuncias, presentar en grande, una historia nimia, cotidiana, que resulta, al mismo tiempo, colorida, simple y profunda, un canto a la libertad ahogada, una revisión actual a la pobreza y solidaridad una crónica de engaño y desengaño y un homenaje al valor de la amistad, todo en una narración, sin grandes saltos dramáticos, que finalmente no necesita, deja clara la trascendencia de la maestría cubana, cuando de buen cine se trata.
Este drama respira el perfume de la sensibilidad inteligente, capaz de producir una crítica social al propio sistema en tan alto nivel, que el propio Estado Cubano le presta su anuencia y patrocinio para poder ser un hecho artístico respetable en el marco del cine iberoamericano. Ha sido una de las joyas imperdibles en la selección oficial del VIII Festival de Cine Fine Art´s.
Co-producción con España y apoyada por el programa Ibermedia, revela a Fernando Pérez como uno de los ¿nuevos? Directores de ese cine cubano que tiene como norma el solo respetarse a sí mismo.
La cinta ganó la pasada semana el Premio del Público en el festival de Biarritz, Francia, y joven actriz Gabriela Ramos ganó el de interpretación femenina, ratificando su éxito de marzo pasado cuando ganó en marzo la Biznaga de Oro al mejor largometraje iberoamericano en el XX Festival de Málaga, en el que también se llevó Premio del Público y la actuación de la sobrina rebelde, y sin pelos en la lengua, Gabriela Ramos, también fue galardonada como mejor actriz de reparto.
Gabriela Ramos resulta una bocanada de aire fresco en el ambiente actoral cubano. Fresca, penetrante, sincera al extremo – en su papel- se sobra la atención y la simpatía del público y buena parte de la estelaridad actoral del filme. Su monólogo final pasa a ser una de las secuencias inolvidables del cine iberoamericano.
Expone, por medio de la relación de dos amigos profundamente distintos, una galería de personajes del barrio pobre habitante de los añejos edificios destartalados de La Habana de Hoy, exponiendo la pobreza y dignidad con que se vive allí, sin vacilación alguna.
El drama con inolvidables toques de humor, es una relación fílmica de desilusión social, la renuncia y ha adhesión al ideal socialista, de renegados y adeptos,
Crucial resultan sus diálogos sopesados y precisos; –«¿Qué hora es?», le preguntan al enfermo.
«No sé», responde, «en esta habitación no existe el tiempo», hablando de un espacio cerrado, deprimente, oloroso al dolor contenido y albergando un paciente de SIDA, al que restan días por vivir, tras una existencia como homosexual apegado al gusto por el disfrute de su vida,
Título original Últimos días en La Habana
Año 2016
Duración 92 min.
País Cuba
Género: Drama, con toques de humor cubano
Director Fernando Pérez
Guion Fernando Pérez, Abel Rodríguez
Productora Coproducción Cuba-España; Besa Films / Instituto Cubano del Arte e Industrias Cinematográficos (ICAIC) / Wanda Visión S.A.
Fotografía Raúl Pérez Ureta
Reparto Jorge Martínez, Patricio Salvador Wood Pujols , Gabriela Ramos, Cristian Jesús, Coralita Veloz, Ana Gloria Buduen, Yailene Sierra, Carmen Solar.
Sinopsis
Corazón de la Habana de hoy. Miguel (45 años) sueña con huir a Nueva York. Mientras espera una visa que nunca llega, trabaja como lavaplatos en un restaurante particular.
Diego (45 años) sueña con vivir. Postrado e inmóvil por el sida, libera toda su energía desde el estrecho camastro del cuarto más pequeño del solar.
Diego y Miguel viven juntos como si fueran la noche y el día. Miguel se refugia en sí mismo. Diego se abre a los demás. Diego es gay, positivo, luminoso. Miguel es… ¿qué?
Una galería de sugestivos personajes rodea a la pareja de amigos, pero sólo Diego conoce el enigma de Miguel. Cuando por fin llega una sorprendente visa, el destino coloca a los protagonistas y a sus amigos ante una inusitada decisión.
ENLACES RELACIONADOS
Trailler:
https://www.youtube.com/watch?v=V3EfRblNJag
https://www.ecured.cu/Patricio_Wood
Géner
Sinopsis
Centro Habana, el corazón de La Habana de hoy. Miguel sueña con huir a Nueva York, a la espera de un visado que no llega. Diego sueña con vivir. Postrado por el SIDA, libera toda su energía desde el camastro del solar en que vive. Una galería de sugestivos personajes rodea a la pareja de amigos. Cuando por sorpresa llega el visado, el destino colocará a todos ante una inusitada decisión. (FILMAFFINITY)
Premios
2016: Festival de La Habana: Sección Oficial de largometrajes a concurso
2017: Festival de Málaga: 3 Premios, incluyendo mejor película iberoamericana
En los países donde la censura continúa haciendo su sangrante trabajo, que una película abra sus alas al simbolismo, a las múltiples interpretaciones, a las rendijas de libertad, a través de un cierto lirismo en medio de la más estricta cotidianidad, siempre es síntoma de inteligencia. Ocurrió, durante demasiados años, en España, y sigue pasando en países como Cuba, donde la tijera y las restricciones continúan, y donde Fernando Pérez ha compuesto la interesante y viva, palpable y sin embargo abierta, Últimos días en La Habana, un bonito relato sobre la amistad que, entre sus coloridas imágenes, esconde no pocos secretos narrativos.
El primero, que sus personajes parezcan, en muchos sentidos, una continuación de los de Fresa y chocolate, la mítica película de Juan Carlos Tabío y Tomás Gutiérrez Alea, de 1993: la amistad entre una especie de cowboy callado y errante, de oscuro pasado nunca desvelado, que acaricia el sueño americano, aunque solo sea en un deseo casi imaginario e ilusorio, y un homosexual que agoniza por el sida, que lo vivió todo, que se divirtió como nadie, y que ahora no sale de una cama habitada por el recuerdo y un cierto desencanto. Y es precisamente la habitación de ese enfermo la que abre el panorama para la figura retórica.