Urge promover masculinidad empática y respetuosa
Yanira Fondeur
Promoviendo la Paz
Los abusos sexuales hacia adolescentes, así como todo tipo de agresiones constantes y crueles hacia las mujeres, continúan siendo un desafío pendiente para las autoridades y la sociedad en su conjunto.
Que el hogar, los centros educativos y los lugares deportivos no sean totalmente seguros para proteger a la población femenina de agresiones físicas, psicológicas, sexuales y económicas resulta indignante y preocupante.
La raíz de esta problemática radica en una masculinidad que se percibe como superior, capaz de dominar y controlar a su antojo, sin miramiento ni empatía, y que e irrespeta el derecho a vivir libres de violencia.
Se trata de vidas marcadas por los abusos, dolor, desesperación y desesperanza, lo que culmina en un daño emocional profundo, donde el estrés post traumático genera ansiedad, vergüenza, culpa, insomnios y aislamiento, entre otros efectos.
Más grave aún es la falta de conciencia de una sociedad que, muchas veces, se concentra en juzgar a la víctima en lugar de al agresor.
Si la violan es, porque “provocó” con su ropa. Si la golpean es, porque salió a disfrutar con sus amigas. Si las asesinan, es porque “no tenía derecho” a rehacer su vida y debía permanecer en esa relación.
Amables lectores, el único responsable de todo tipo de agresión o violencia es quien la ejerce. Lo hace de manera muy consciente, constante y con una intensidad ascendente, con la única intención de tener un control absoluto sobre la víctima.
Es urgente promover, desde la primera infancia, una masculinidad respetuosa, empática, corresponsable, basada en la igualdad de derechos.
Debemos desterrar falsas creencias, como la idea de que los varones son los fuertes y no deben mostrar sus sentimientos porque eso los debilita.
También, es necesario erradicar actitudes que asignan la educación de los hijos exclusivamente a las madres, aun cuando estas trabajen con el mismo compromiso que los padres.
Es fundamental acabar con mitos como que “los varones son de la calle y la mujer del hogar”, que “hay cuidar a la gallina porque el gallo anda suelto”, o que es aceptable preguntar a los jóvenes de cuántas novias tiene, en lugar de formar hombres responsables que no jueguen con los sentimientos de nadie.
Infantes, jóvenes y adultos merecemos respeto. Nadie vale más que otro ni merece malos tratos por no ajustarse a criterios personales.
Todos los seres humanos tenemos derecho a ser respetados y a vivir en paz y bienestar.
La autora es la presidenta de la Fundación Vida Sin Violencia.
@Yanira_Fondeur