Reflexiones al despedir el 2019
Por Leonor Asilis
Rincón Digital
Estamos a fin de año. Tiempo propicio para la reflexión, evaluación y planteamiento de nuestros propósitos. Aunque se puede hacer de forma colectiva, es preferible empezar haciéndolo de forma personal. ¿La razón? Muchos individuos hacen una colectividad.
Y en la misma medida en que mejora el individuo, habrá de hacerlo la colectividad ya sea una familia, una empresa, una comunidad religiosa, una asociación, un partido político, un gobierno, un país, un bloque internacional entre otros.
Lector que lees estas líneas: saca tiempo a solas para encontrarte contigo mismo.
No me digas que no tienes tiempo, porque el tiempo es asunto de prioridades.
Aléjate del bullicio. En el silencio también te encontraras de forma especial con Jesús, camino, verdad y vida, quien te ayudará en esta actividad. Él te habrá de iluminar para que veas las luces y las sombras que han figurado en este año que termina.
Ambos elementos ha de señalar dos actitudes: el agradecimiento por las buenas obras realizadas, y la actitud de enmienda que hemos de tener por aquellas obras mal hechas para rectificarlas, además de cumplir con las cosas aún por realizar.
Muchos son los planos a analizar: el primero, el trascendente, el espiritual, que lo abarca todo: los planos familiar, social, laboral y económico, entre otros.
Cada quien podrá inclusive aplicarle el FODA (análisis de fortalezas, obstáculos, debilidades y amenazas) con todas sus vertientes. El nivel de profundidad lo hemos de decidir particularmente.
No es nuestro propósito el llenar estas planillas, ya que eso es algo que cada uno debe hacer de manera individual; cada quien podrá hacerlo.
Lo que pretendemos en este artículo es motivar a que no dejemos pasar este momento tan oportuno para hacer este ejercicio frente al Señor, nuestro aliado, quien más nos quiere y busca lo mejor para nuestras vidas.
A Él le ofrecemos el 2019 que termina y le presentamos el nuevo 2020 con nuestra vida, la de nuestros seres queridos, nuestro país y nuestro mundo, para que reine la paz, la alegría y su divina presencia en nuestros corazones.